El matrimonio en la historia y en el judaísmo: Primera entrega.
Como cualquier tema que tenemos que estudiar, nuestro primer objetivo es dar una definición general de lo que significa este hecho:
La definición más común que encontramos acerca del matrimonio, nos dice así: “El matrimonio es una institución social que crea un vínculo conyugal entre sus miembros. Este lazo es reconocido socialmente, ya sea por medio de disposiciones jurídicas o por la vía de los usos y costumbres”.
Etimológicamente la palabra matrimonio proviene de “matris munium” que significa oficio de madre porque tiene relación con concebir y educar a los hijos, papel que han asumido las mujeres desde el inicio de la humanidad.
En nuestro mundo occidental, el matrimonio está basado casi en su totalidad, en las leyes del derecho romano: ¿Que encontramos al respecto ? Vemos que para el derecho romano, el matrimonio o iustae nuptiae, es una situación de hecho, que tiene efectos jurídicos importantes para ambas partes, que se origina a partir de una situación de convivencia en la cual dos personas de distinto sexo, sostienen la intención continua de vivir juntos: esto, a su vez genera un hecho jurídico que se formaliza como un contrato y éste, por sí sólo, exige que los contratantes sean capaces de consentir y que el consentimiento que ellos dan, sea serio y no simulado, y que el matrimonio va a persistir gracias a la voluntad de los cónyuges, porque ellos llevan consigo la obligación de vivir en una sociedad indivisible.
El derecho romano reconoce unas pautas a partir de las cuales el matrimonio puede ser declarado válido o inválido: el primero de ellos, y tal vez el más importante, se basa en que uno de los fines del matrimonio es la procreación y la perpetuación de la especie, se hacía necesario que los contrayentes tuviesen la madurez sexual suficiente para contraer las nupcias: eso quiere decir que en la Antigua Roma, se exigía que el hombre y la mujer fueran mayores de 14 y 12 años respectivamente. Estipularon que no podían hacerlo aquellos que estuvieran castrados, quienes tuvieran un vínculo matrimonial no disuelto, que una viuda o una divorciada no podía volver a contraer nupcias antes de que pasara un año de concluido esta situación, con el fin de que no hubiera problemas de paternidad, en caso de demencia, por no poderse hacer responsable de sus actos, en caso de parentesco lineal o colateral hasta tercer grado, con una mujer adúltera flagrante, y también limitó, en algunos casos, los matrimonios entre diferentes clases sociales y entre diferentes religiones, especialmente aquellas que no prestaban atención a la figura del emperador, que en algún momento llego a tener equivalencia a los Dioses en su poderío. También permitió que se contrajera el matrimonio entre personas ausentes, manifestando su intención de hacerlo, mediante carta o mensaje, con la condición de que la mujer entre a vivir en la casa del marido, y generó el hecho de que la mujer asumiera, inmediatamente, la posición social del marido y la dignidad de éste.
Otras cosas que se obtienen del derecho romano son: el marido está obligado a defender de la mujer, en el caso en que fuera ofendida; la infidelidad, constituye el adulterio, lo cual es causa directa de divorcio, siendo la mujer la directa y única responsable de dicho comportamiento; también es importante resaltar que los cónyuges no pueden ejercer el uno contra el otro acciones que conlleven pena infamante, y las sustracciones entre ellos son consideradas como hurto.
Roma también impuso una ceremonia que se fue difundiendo por el mundo occidental y variando en algunos puntos, de acuerdo con la región; dicha ceremonia, en pocas palabras era así:
En vísperas del día de la boda, la novia hacia una dedicación de todas las cosas que había tenido en su infancia a lo que ellos equiparan como dioses domésticos; cambiaba sus vestimentas hacia una túnica especial, blanca, que le cubría hasta los pies; en la cintura se colocaba un cinturón atado con un nudo especial para esa ocasión, el cual debía ser desatado por el esposo cuando ocurriera el divorcio. Su peinado era especial, dividido en seis trenzas las cuales eran atadas con cinta de lana y su cabeza estaba cubierta con un velo anaranjado , y sobre él, una corona elaborada con hojas de diversas especies aromáticas; los zapatos tenían que ser del mismo color que el del velo.
Al día siguiente, la casa de la novia era decorada con ramas de árboles provistas de hojas y flores.
La novia era asesorada por una matrona que simbolizaba a la esposa ideal y era la que se encargaba de juntar las manos de los novios, para darles un tipo de bendición; posteriormente, se celebraba la cena nupcial en la casa de la novia. En el banquete participaban los familiares y las amistades, prolongándose el evento hasta el atardecer y allí se producía una simulación del secuestro de la novia por parte del novio: esta se refugiaba en los brazos de su madre, mientras el novio fingía que se la quitaba, acompañando el acto con lamentos y lágrimas fingidas.
Luego, inicia el cortejo, en este, la esposa es guiada a la casa de su esposo a través de un sendero iluminado con antorchas, mientras que ella era acompañada por tres niños: dos de ellos, iban tomados de la mano al lado de la novia, mientras que el tercero iba delante con una antorcha de espino, que había sido encendida anteriormente en la casa de la esposa. Se consideraba que los restos de esta antorcha tenían la capacidad de otorgar longevidad, por eso eran distribuidos entre los participantes. Los niños o la novia cargaban una rueca y un huso, símbolos de la vida doméstica (la principal actividad esperada de una mujer casada era encargarse de la ropa de su familia, principalmente lavándola).
Las personas que venían acompañando el certamen, solían alabar a una deidad protectora del matrimonio, mientras que recitaban versos, y arrojaban nueces a los niños quienes las recogían y se las comían.
El novio, al recibir a la novia en su casa, le ofrecía fuego y agua. Con aceite de oliva y la grasa animal se realizaba un ritual que consistía en untarlo en las puertas de la casa. Luego la novia era conducida dentro de la habitación por los compañeros o por su marido, para que nadie tropezara al entrar a la nueva casa, lo que era interpretado como un signo negativo. La matrona se encargaba de conducirla a la cama de matrimonio, donde se daba por terminada la unión. El novio podía entrar, en ese momento.
Al día siguiente, la esposa, se vestía con una especie de vestido-capa, y se realizaba una ofrenda a los dioses domésticos. Ese mismo día se celebraba un nuevo banquete, el cual estaba reservado únicamente para los familiares de los recién casados.
Cuando miramos lo que puede significar el matrimonio en el judaísmo podemos empezar con una anécdota del Talmud: se encuentra en estas escrituras, un evento que relaciona al Rabino Yosi Ben Jalaffa que era alumno del rabino Akiva con una matrona romana:
-¿Qué ha hecho tu Creador desde que terminó de crear el mundo? –Pregunto la mujer
-Ha unido parejas –respondió rabino Yosi
-¡eso no es muy difícil! –Dijo la mujer – ¡yo también lo puedo hacer!
-puedes creer que es simple, pero es tan difícil como la apertura del Mar Rojo –respondió el rabí
La matrona romana se propuso probar sus dichos con un experimento, tomó mil esclavos y mil esclavas, los ordeno en filas, los separo en parejas y los unió en matrimonio. En cuanto amaneció se presentaron ante ella los nuevos matrimonios, unos con la cabeza rota, otros con los ojos picados, otro con pierna rota y le exigían que su matrimonio fuera anulado.
La matrona dio la razón al rabino.
También encontramos en el Talmud, una frase que dice: “Quien no tiene una esposa vive sin regocijo, sin gloria, sin felicidad (Yevamot 62b), de ahí que se conceptualiza que la condición perfecta del hombre es estar casado, como lo dicela Torá en Bereshit 2:18… No es bueno que el hombre esté solo…Lo tov heyót haadám levadó…; por lo tanto, el camino de la vida, tanto para el hombre como para la mujer, será mejor si lo transcurren en pareja.
Otra cita que apoya lo ya dicho nos dice:»Ningún hombre sin esposa, ni tampoco ninguna mujer sin esposo, ni ninguno de los dos sin El Todopoderoso». (Bereshit Raba 8:9, Talmud)
También en otros libros, encontramos datos muy interesantes acerca del matrimonio: está escrito en el libro Zohar, (Kedoshim 81: 1): “Cuando un hombre contrae enlace con una mujer, y se unen, en ese momento ya no son más dos personas, sino que se transforman en una, tanto en el aspecto físico o corporal, como en el espiritual, que es el alma”, es decir, que con ello, estamos reforzando el punto anterior.
Otra frase que encontramos dice: «un hombre que no contrajo enlace aún, se asemeja a un cuerpo que ha sido partido en dos, pues su mujer representa la mitad de su cuerpo». y continuando con el “texto básico” o Torá, encontramos algo más que nos refuerza la necesidad de “estar acompañado” con las siguientes palabras: Bereshit 2: 24: «El hombre dejará a su padre y madre, se apegará a su mujer y serán una sola carne».
Al ken yaazoóv ish et abib veét imó vedavák beishtó vehayú lebasár ejád.
Con la actual tendencia de los matrimonios y uniones entre individuos del mismo sexo suele salir a flote una pregunta: ¿Qué dice la Torá al respecto? Encontramos que el individuo, recién cuando se une en matrimonio llega a alcanzar el nivel de persona completa, como versa: Bereshit 5: 2: «Macho y hembra los Creó, y llamó a ellos: hombre».
Zajár unekevá beraám vayebaréj otám vayikrá et shemám Adám beyóm hibareám.
Es importante resaltar que la fuente de todas las cosas, La Torá, utiliza muy claramente el término “Los Creó”: ello está en plural, de la misma manera como está escrito, «los llamó a ellos», dando a entender varias cosas: la primera, que mientras están separados son dos individualidades, pero tras la unión, el conjunto es llamado «hombre», en singular). Es decir, cuando el varón y la mujer están unidos, se convierten en «un hombre»; la segunda, tanto o más importante que la primera, utiliza los términos “varón y hembra”. El tercer aspecto, también está claramente detallado en la Torá que dice en Vayickrá 18:22 así: Ni con varón te acostarás del modo que uno se acueste con mujer; es abominación.
Veét zajár lo tishkáv mishkevéi ishá toéva hi.
Enseña el Zohar que cada alma contiene características «masculinas» y «femeninas». Cuando llega el momento en que un alma determinada debe descender al mundo físico, ésta se separa y sus características se vuelven una «entidad dual”, una parte masculina y la otra femenina. Este es el gran significado del matrimonio y de la unión marital: volver a juntar las «dos mitades» de un alma (ver Zohar 3, 283b). Dos mitades que fueron creadas por El Eterno como una sola entidad: Bereshit /Génesis 1:27 Y creó Elohim al hombre a su imagen, a imagen de Elohim lo creó; varón y hembra los creó.
“Vayibrá Elohim et adám betzalmò betzélem Elohim bará otó zajár venekebá bará otó».
Más adelante, en la Torá, encontramos una razón específica para la unión marital: ella nos dice: Bereshit 1:28 Y los bendijo Elohim, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
“Vaybaréj otám Elohim vayomar lahém Elohim: Prú urbú umilú et haáretz vejibshú urdú bidgát hayám ubeáf hashamáimubjól jayá haroméshet al haáretz”.
Kohelet 9:9 Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.
“Rehé jaím im ishá asher ahavta kol yemei jayei helveja asher natán lejá tajat hashemesh kol yemei hevleja ki hu helkeja bajaím ubaamaljá asher atá amel tájat ha shemesh”
El matrimonio en el judaísmo es rico en conceptos y significados; conlleva un espíritu especial, y a la vez se constituye en un gran desafío; es considerado como un día en el que se “vuelve a nacer”, con la pureza y la inocencia de un bebé acompañadas del poder crítico y la madurez de personas adultas. El Eterno borra los eventuales errores pasados de los novios y ellos renacen a una nueva vida liberados de la sombra del pecado. Hay parejas que acostumbran ayunar el día de su boda, desde la mañana hasta después de la ceremonia nupcial, y hay quienes basados en una costumbre ancestral, solicitan a los novios una bendición y una oración por la salud de algún enfermo o por el éxito que alguien requiera; todo ello se relaciona con el hálito de pureza que los rodea, y que les permite estar en una dimensión especial de santidad.
El matrimonio en el judaísmo es considerado como un aspecto de vital importancia para el hombre no sólo en el plano físico de su existencia, sino también en el plano emocional. Por naturaleza el hombre es un ser social; no puede vivir en soledad. Sin la compañía de otro ser humano sufre intensamente de soledad y es incapaz de funcionar a su mayor capacidad. El matrimonio no sólo disipa esta soledad proporcionando compañía, sino que crea la posibilidad de tener la más cercana relación emocional que puede existir entre seres humanos, el amor entre esposo y esposa.
El matrimonio en el judaísmo es tan importante que pensadores como el Jazón Ish dijo: «Ser soltero por sí mismo es algo no-judío»
El hombre fue creado para servir al Eterno y para acercarse a la Presencia Divina; cuando el hombre lucha hacia esos objetivos, cumple con los propósitos de su creación y obtiene una recompensa sin fin en el Mundo Venidero: y ¿Cómo lo hace? Guiando su camino con el propósito de alcanzar unas metas específicas, y gracias a ello, obtiene el éxito necesario: en esta lucha, hay obstáculo que vencer: la mala inclinación, también conocida como el yétzer hará el cual se encargará de que el hombre se concentre cosas como en sus propios deseos físicos, en el poder y en el prestigio; aunque el hombre alcanzara metas de prosperidad, poder y éxito, muy probablemente estará desviado de los objetivos reales que El Eterno ha dispuesto para él y por consiguiente, son muy distintos a los objetivos para los cuales fue creado; con ello entendemos que el yétzer hará lo que busca es mantener al hombre fuera de la felicidad y el éxito que El Todopoderoso intentó concederle; una de las maneras como se evita esto es a través del matrimonio. ¿Por qué? Porque le permite cambiar la necesidad de la gratificación carnal y el egoísmo por un objetivo espiritual de desinterés; el matrimonio controla el deseo por el sexo, convirtiéndolo en un medio de expresión de amor a la esposa.
¿Acaso la Torá apoya esto? Si, tal como vemos en el siguiente aspecto que nos registra el libro de SHEMOT 21:10 “Si tomara para él otra mujer, no disminuirá su alimento ni su vestido ni su deber conyugal”
Im ajértet yikáj lo sheerá ksutá veonatá lo yigrá.
También Devarim 24:5 Cuando un hombre tomare una nueva mujer (aun viuda), no servirá en el ejército ni le será impuesto cargo alguno; libre quedará para cuidar de su casa por un año, y alegrará a la mujer que ha tomado.
Ki yikáj ish ishá jadashá lo yetzé batzavá veló yaavór aláv lejól davár nakí yiheyé lebeitó shaná eját vesimáj et ishtó asher lakáj.
Tal afirmación la confirma el Kohelet y Shir HaShirím con las siguientes frases:
Kohelet 9:9 Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.
“Rehé jaím im ishá asher ahavta kol yemei jayei helveja asher natán lejá tajat hashemesh kol yemei hevleja ki hu helkeja bajaím ubaamaljá asher atá amel tajat ha sehemesh”
Shir haShirím 1:4 Atráeme; en pos de ti correremos. El rey me ha metido en sus cámaras; Nos gozaremos y alegraremos en ti; Nos acordaremos de tus amores más que del vino; Con razón te aman.
“Mashjení, ajareja narutzá. Hebiani hamelej jadarav naguila ve nismejá baj; nazkirá dodeja miyain; meisharim ahebuja.”
Shir haShirim 2:16 “Pertenezco a mi amado
, y él es mío” “Dodi li vaaní lo”.
Podemos añadir que, el matrimonio obliga a la persona a detener su constante preocupación por sus propios progresos y se preocupa, en cambio, por las necesidades de su esposa e hijos. En lo que aprende a preocuparse por los intereses del otro, los deseos del hombre por la codicia y el poder son lentamente templados. Como resultado de ello su personalidad se dirige fuera de su egoísmo natural hacia el beneficio del otro. Ésta es la llave para el crecimiento espiritual.
Veamos otro aspecto relacionado con la actividad sexual del matrimonio: dado que “el concepto básico” del matrimonio es “fructificad y multiplicaos” (Prú urvú), la Torá es muy clara en decir quienes se pueden casar y cuando tener relaciones: respecto al primer punto, encontramos en el libro de Vayickrá, en 18:7-17, las siguientes indicaciones:
La desnudez (de la mujer) de tu padre, y la desnudez de tu madre no descubrirás; es tu madre, no descubrirás su desnudez. La desnudez de la mujer de tu padre (aun después de muerto éste) no descubrirás; desnudez de tu padre es ella. La desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o nacida fuera, su desnudez no descubrirás. La desnudez de la hija de tu hijo o hija de tu hija, la desnudez de éstas no descubrirás, porque son tu misma desnudez. La desnudez de la hija de la mujer de tu padre, engendrada por tu padre, tu hermana es; la desnudez de ella no descubrirás. La desnudez de la hermana de tu padre no descubrirás; pariente cercana de tu padre es. La desnudez de la hermana de tu madre no descubrirás, porque pariente cercana de tu madre es. La desnudez del hermano de tu padre no descubrirás (esto es), no te llegarás a su mujer; tía tuya es. La desnudez de tu nuera no descubrirás; mujer de tu hijo es, no descubrirás su desnudez. La desnudez de la mujer de tu hermano no descubrirás; la desnudez de tu hermano es. La desnudez de una mujer y de su hija no descubrirás; ni tomarás la hija de su hijo ni la hija de su hija para descubrir su desnudez; parientes próximas son, acción mala es. Y a una mujer juntamente con su hermana no tomarás para que le sea rival, descubriendo tú la desnudez de ésta además de la de aquélla, durante su vida. Y a una mujer en la impureza de su menstruación, no te llegarás para descubrir su desnudez. Y con la mujer de tu prójimo no te acostarás para dar semen, contaminándote con ella.
Ervát abíja veervát iméja lo tegalé iméja hi lo tegalé ervatá. Ervát éshet abíja lo tegalé ervát abíja hi. Ervát ajotjá bat abíja o bat iméja molédet bait o molédet jutz lo tegalé ervatán. Ervát bat binjá o bat bitjá lo tegalé ervatán ki ervatjá héna. Ervát bat éshet abíja molédet abíja ajotjá hi lo tegalé ervatá. Ervát ajót abíja lo tegalé sher abíja hi. Ervát ají abíja lo tegalé el ishtó lo tikráv dodatjá hi. Ervát kalatjá lo tegalé éshet binjá hi lo tegalé ervatá. Ervát éshet ajíja lo tegalé ervát ajíja hi. Ervát ishá ubitá lo tegalé et bat bená veét bat bitá lo tikáj legalót ervatá shaára hénah zimá hi. Veishá el ajotá lo tikáj litzrór legalót ervatá aléyha bejayeyhá. Veél ishá benidát tumatá lo tikráv legalot ervatá. Veél éshet amitéja lo titén shjovtéja lezará letomá ba.
¿Cuál es la edad legal para el matrimonio en el judaísmo?
En el libro “El judaísmo uno y diverso” encontramos que la edad, según el tratado Abot 5:21 es de 18 años para el hombre, basado en el hecho de que en el libro de Bereshit aparece la palabra Adam 18 veces.
¿Existe algún registro acerca de la necesidad de un “contrato matrimonial”?
La costumbre judía nos cuenta acerca de un documento llamado Ketubá el cual es un documento en el cual están delineadas las responsabilidades que el marido asume para con su esposa; el objetivo de la misma, es proteger la dignidad de la esposa judía.
Si revisamos la historia, hay tres registros, aunque no muy claros, de contratos matrimoniales: el primero de ellos, el de la civilización Sumeria, donde la familia era la unidad básica de la sociedad, se encuentra la inscripción de un contrato en una tablilla, con lo que se oficializaba y concluía la ceremonia matrimonial; el segundo de ellos, en el antiguo Imperio Romano, donde también se describe la firma de las “tabulae nuptiales” delante de 10 testigos; y el tercero, los egiptólogos quienes también documentan que, en la época Ptoloméica ya existían contratos matrimoniales para proteger los derechos de los contrayentes en el caso que se disolviera el matrimonio.
El posible origen de la Ketubá en la Torá se encuentra en los versículos 22:15-16 del libro de Shemot con palabras que dicen: “Si alguno sedujese a una virgen que no estuviere comprometida y se acostase con ella, ciertamente pagará la dote y la tomará sin tardanza por mujer; mas si el padre rehusara absolutamente dársela a él, pagará el dinero correspondiente a la dote de las vírgenes”.
Vejí yefaté ish betulá asher lo orasá veshajáv imá mahór yimeharéna lo leishá; Im maén yemaén avíha letitá lo késef yishkól kemohár habetulot.
También se nos enseña que en el libro de Bereshit, se encuentran dos citas relacionadas con el origen de la ketubá: La primera de ellas, 31:15 Ciertamente extrañas fuimos consideradas por él, porque nos vendió y se ha comido por completo nuestra plata.
Halo nojriót nejshávnu lo ki mejaránu vayojál gam ajól et kaspéinu.
La segunda de ella en Bereshit 48:9 que dice: Y respondió Yoséf a su padre: Son mis hijos, los que me ha dado Adonai aquí. Y él dijo: Tráemelos, por favor, para que los bendiga.
Vayomer Yosef el abib banái hem asher natán li Elohim bazé vayomar kajém na elái vaabarajém.
Las palabras del Rabino Yekutiel Yehuda Halberstam más conocido como el Klausenberger, explicó que al decir Yoséf las palabras Bazé, le estaba mostrando una ketubá.
¿Describe la Torá algún tipo de ceremonia para el casamiento?
En el antiguo Israel las bodas no iban acompañadas de ninguna ceremonia, sin embargo, se celebraban con gran regocijo. El día de la boda, la novia se arreglaba con esmero en su propia casa. Primero se bañaba y se untaba con aceite perfumado, como está escrito en Rut 3:3 que dice: “Báñate y perfúmate, y ponte tu mejor ropa. Baja luego a la era, pero no dejes que él se dé cuenta de que estás allí hasta que haya terminado de comer y beber”. Veamos lo que encontramos en Yejezkel 23:40-43: este dice: “Y por si fuera poco, mandaron traer gente de muy lejos. Cuando esa gente llegó, ellas se bañaron, se pintaron los ojos y se adornaron con joyas; luego se sentaron en un diván lujoso, frente a una mesa donde previamente habían colocado el incienso y el aceite que me pertenecen. Podía escucharse el bullicio de una multitud: eran los sabeos, que venían del desierto. Adornaron a las mujeres poniéndoles brazaletes en los brazos y hermosas coronas sobre la cabeza”
A veces, la mujer era ayudada por sirvientas, se ponía de gala, con las mejores joyas y usualmente con un vestido blanco espléndidamente bordado, dependiendo de su condición social, tal como encontramos en Yeremia 2:32; que dice “¿Acaso una joven se olvida de sus joyas, o una novia de su atavío?” o también en Tehilim 45:13-14. “La princesa es todo esplendor, luciendo en su alcoba brocados de oro. Vestida de finos bordados es conducida ante el rey, seguida por sus damas de compañía.” También hay una referencia en Yeshaia 49:18, que dice: “Alza tus ojos, y mira a tu alrededor; todos se reúnen y vienen hacia ti. Tan cierto como que yo vivo, afirma el Señor, a todos ellos los usarás como adorno, los lucirás en tu vestido de novia”. Y otra más también el Yesháia 61:10 que dice: “Soy semejante a un novio que luce su diadema, o una novia adornada con sus joyas”.
La novia también se cubría con una especie de velo, que se extendía de la cabeza a los pies, con lo que se podría explicar el por qué Labán pudo engañar fácilmente a Yaakov, de manera que este no se dio cuenta de que se le daba a Lea en lugar de a Rajel, y para reforzar ello, vemos como Rivka se puso una mantilla cuando se dirigía al encuentro de Itzjak. Bereshit 24:65 “Y dijo al siervo: ¿Quién es este hombre que viene por el campo hacia nosotros? Y dijo el siervo: El es mi señor. Y tomó el velo, y se cubrió”.
Vatomer el haéved mi haísh halazé haholéj basadé likratéinu vayomer haéved hu adoní vatikáj hatzaíf vatitkás.
El novio se vestía también con su mejor atavío y frecuentemente con una prenda hermosa para la cabeza y una guirnalda encima; partía de su casa al anochecer y se dirigía a la casa de los padres de la novia, acompañado por sus amigos. Desde allí, la procesión, acompañada de músicos, cantores y, normalmente, de personas que llevaban lámparas, se dirigía hacia la casa del novio o la casa de su padre; dicha procesión y jolgorio son descritos, con posterioridad en el TaNaj, cuando con profetas como Yeremia anuncian el castigo que recibirá Israel, en épocas futuras; veamos 16:9 “Porque así dice el Todopoderoso: Voy a poner fin en este lugar a toda expresión de alegría y de regocijo, y al cántico del novio y de la novia. Esto sucederá en sus propios días, y ustedes lo verán.”
Nuevamente nos preguntamos, ¿Cuál es la mejor edad para contraer matrimonio?
Dentro del judaísmo, los varones y las mujeres, una vez han cumplido con la BarMitzva y la Bat Mitzva respectivamente, han alcanzado la madurez personal y frente a su comunidad, aunque para las mujeres, hay un lapso de transición de seis meses y un día en el cual la mujer es considerada naará, «joven mujer», hasta que pasa a ser llamada bogueret, «madura»; a partir de este momento, los jóvenes pasan a ser considerados, según la halajá o ley judía, responsables de sus actos: esta madurez, es la que ha permitido, en muchas comunidades, que se pueda celebrar el matrimonio, con todas las variaciones que pueden existir entre los ritos ashkenazi y sefaradí; sin embargo, a partir de lo que se encuentra en los libros de Shemot y Devarim, donde se señala la mayoría de edad para entrar al ejército como 20 años, algunos consideran esta edad como la óptima para el matrimonio: sin embargo, como ya se anotó previamente, como Adam aparece 18 veces descrito en el libro de Bereshit, algunos eruditos consideran esa edad para casarse, aunque la Torá menciona edades diversas, como la de Itzjak.
Algunos consejos para “triunfar en el matrimonio”
Diez mandamientos del marido
1. Nunca critiques a tu esposa, pase lo que pase. En un ambiente sin críticas, ella florecerá emocionalmente, y hará todo lo que tenga a su alcance para complacerte, hasta que verdaderamente no tendrás ninguna razón para criticar.
2. Nunca hagas un comentario negativo sobre sus padres o su familia. Llama por teléfono a tus suegros una vez por semana. Si desarrollas una buena relación con ellos, tu esposa siempre lo apreciará.
3. Nunca di «no» a tu esposa; si ella te pide algo que no puedes permitirte, dile que lo conseguirás para ella tan pronto como tengas los medios para hacerlo.
4. Dedica un mínimo de 30 minutos por día a escuchar a tu esposa – no conversar con ella, sólo escucharla. Muéstrale que su vida es importante para ti. A ser posible, deberías consagrar una hora entera por día para una seria comunicación entre los dos (¡sentarse frente a la TV con una cerveza y papas fritas, no se considera un tiempo de comunicación de calidad!).
5. Haz de tu esposa la prioridad en tu vida, sobre todo lo demás.
6. Estén los dos de acuerdo en elegir un aceptable tercero, como un consejero en el cual ustedes confían, para ayudarles a resolver sus diferencias.
7. Nunca des una palabra ofensiva sobre tu esposa a ninguna persona.
8. Si tu esposa está molesta contigo, no te enojes tu también; ella es simplemente tu espejo y te está reflejando. Es también, por lo general, un signo que el Todopoderoso está molesto contigo. En vez de discutir con ella, haz un examen de conciencia, repara tu conducta, y verás como las cosas se transforman para bien.
9. Siempre sonríe, e intenta en todo lo posible hablarle siempre suavemente. Nada pone a una esposa nerviosa como un marido enojado.
10. Cuanto más desarrolles tu Emuná (la firme y autentica fe en el Creador, como se enseña explícitamente en el libro “En el Jardín de la Fe”) y tu confianza en el Todopoderoso, más se desarrollará tu fuerza interior. No hay nada que las mujeres amen tanto, como que sus maridos tengan la fuerza interior en la cual puedan apoyarse. Ellas odian que sus maridos sean débiles emocionalmente y se apoyen en ellas. La Emuná te hace fuerte.
10 reglas del matrimonio perfecto.
1. Concentra tu atención en «dar» más que en «recibir». Cuando tu meta sea brindarle placer a tu pareja, siempre encontrarás oportunidades para alcanzar tu objetivo. Como consecuencia de eso tú también ganarás, pues las personas tienden a corresponder un comportamiento positivo.
2. Sé cuidadoso en mantener silencio cuando tu cónyuge te insulte. Ignorando los desaires y los insultos, evitarás muchas discusiones innecesarias. El momento de disgusto pasará rápidamente.
3. Renuncia a las expectativas irreales. Las personas entran al matrimonio con muchas expectativas que no son conscientemente expresadas. Al renunciar a las expectativas irreales, evitarás frustración y enojo. No esperes que tu cónyuge sea perfecto y no hagas comparaciones.
4. Evita etiquetar aquellas cosas que te disgustan con el nombre de «horrible». Intenta encontrar una perspectiva positiva a las cosas.
5. Piensa de qué manera puedes motivar a tu pareja a que haga lo que tú quieres que ella haga. Si tu primera estrategia no es efectiva, continua probando con otras estrategias. Recuerda que una alabanza sutil es una motivación poderosa.
6. Sé consciente de que la respuesta que realmente obtendrás estará acorde a la intencionalidad de tu mensaje. Clarifica tus metas. Si tu método de comunicación no te ayuda a lograr tu objetivo, cambia tu enfoque. Fijando tu pensamiento en el objetivo principal, el cual es tener un matrimonio feliz, no te desviarás.
7. Ten predisposición a transigir. Ten voluntad para hacer algo que no harías a cambio de un comportamiento similar de tu pareja.
8. No culpes o condenes a tu pareja por los errores que comete. Planea el mejor método para evitar que estos errores vuelvan a ocurrir, sin despertar resentimiento o dañar los sentimientos de tu pareja.
9. Vive el presente. Lo que haya salido mal en el pasado, ya pasó. Enfoca tu pensamiento en mejorar la situación en el presente.
10. Constantemente pregúntate: ¿Qué puedo yo hacer para tener una atmósfera feliz en la casa?
Continuará…
Artículo terminado de elaborar el 28 de febrero de 2011 – 24 de Adar 1 de 5771
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