El mal de ojo
Existen dos conceptos en lo que se refiere al ojo:
Uno de ellos el que es considerado como un «ojo generoso» y el otro, el que lo considera como un «mal ojo”.
Ambos términos han sido utilizados durante muchos milenios y pueden encontrarse en las Escrituras y en el Talmud como indicadores de la medida y el comportamiento de un hombre.
En la historia del pueblo judío, Abraham fue el paradigma de aquel individuo poseedor de un «ojo generoso”.
Siempre buscaba el bien en los demás y no sentía celos ni odio por sus congéneres.
Bilaam, por el contrario, es el epítome de aquél que tiene un «mal ojo» de aquél que siempre busca la falla en los demás y siente celos de los bienes o de la posición de los otros (ver Pirke Avot 5:19).
El Talmud, cuando se refiere al mal ojo, le adjudica poderes casi místicos.
Mirar los bienes ajenos con envidia en los ojos puede hacer que el mal recaiga sobre esa persona.
Es esa una de las razones por la cual la ley Talmúdica prohíbe construir una casa muy cerca de la otra.
La privacidad es muy importante, no sea que vayamos a mirar las posesiones de nuestro vecino con uno ojo envidioso.
Los vecinos deben mantener una distancia razonable entre sí, o al menos, las casas deben ser construidas separadas y con cierto espacio entre sí (Bava Batra 3a).
Usualmente el «mal ojo» se entiende como el mirar a la otra persona, con intención de que le suceda algo malo.
También se incluye en este concepto, el envidiar las posesiones de otro, sentirse mal por su éxito (como si su éxito de alguna manera disminuyera nuestra capacidad para lograr algo en la vida), la mezquindad y demás.
Debido a lo anterior, el Rabino Najmán nos enseña que el mal ojo lleva a una persona a presentar cambios como la aceleración del ritmo respiratorio.
De alguna manera, la envidia y la ira que son generados por el éxito del otro, hacen que una persona, en este caso envidiosa, acelere su ritmo respiratorio (ver Likutey Moharán I, 55:13).
Enseña por tanto el Talmud (Sotá 38b), «Debemos darle la copa [de vino, en la bendición] de después de comer a alguien con buen ojo. Así está escrito (Proverbios / Mishlé 22:9), ´Aquél que tiene ojo generoso será bendecido´. No leas solamente ´será bendecido´, sino ´bendecirá…´”.
Por el contrario, uno debe tener cuidado de la gente con mirada envidiosa, como advierte el Rey Salomón (Proverbios / Mishlé 23:6), «No compartas pan con [aquél que posee] un mal ojo”.
Esto no es meramente una cuestión de superstición.
Así como el buen ojo bendice, el mal ojo sustrae.
La avaricia es la fuente del poder del mal de ojo: cuando uno mira las posesiones de otra persona con avaricia y la otra persona es de alguna manera culpable del mal uso de su dinero o es indigna de la riqueza que posee, puede entonces perder sus bienes, Que El Señor no lo permita. (Jaz ve Jalila).
Claramente, el modo en que miramos las posesiones del otro puede despertar el juicio Divino en su contra.
De la misma manera, cuando consideramos las posesiones de los otros de manera generosa, podemos, con el mero «mirar de nuestros ojos”, traerles bendiciones.
Cuando comprendemos lo que quiere decir la frase que los ojos son las «ventanas de la mente (o del alma)”, comprendemos entonces la importancia del concepto relacionado con el «mal de ojo”.
Enseña en sus escritos el Rabino Najmán:
La memoria depende de los ojos, como en (Éxodo / Shemot 13:9), «[Los tefilín serán como] un recordatorio entre tus ojos”.
Para cuidar nuestra memoria, debemos primero cuidarnos del mal ojo — de los malos pensamientos sobre los demás, de la envidia y de todas las formas de la negatividad.
El mal ojo no sólo puede dañar a aquél a quien está dirigido, sino también a aquél que lo que esta dirigiendo, incluso en mayor grado.
De la misma manera, tener un mal ojo va de la mano con el olvido (Likutey Moharán I, 54:4).
Pero no debemos vivir con el temor constante del mal de ojo, o de que los demás quieran desearnos algún daño.
Enseña el Rabino Najmán que si nos sentimos incapaces de cuidarnos contra el mal ojo, debemos entonces huir de él.
Sin embargo, si podemos comprender la esencia del mal ojo, nuestras acciones serán mucho más efectivas: podremos rectificarlo.
Por ejemplo, una persona puede tener mal ojo contra la posición social de otra persona.
Este mal de ojo surge del atributo caído de Maljut (Reinado, que al dañarse lleva a un descenso de la autoestima y a la necesidad de disminuir a los demás para sobresalir).
Para corregir este Maljut caído, uno debe tratar de elevar el Maljut de HaShem mediante el estudio de la Torá o difundiendo el Nombre de HaKadosh Baruj Hú (El Santo Bendito sea Su Nombre), en el mundo.
De esta manera, uno demuestra su lealtad al Boré HaOlam (creador del Universo) más que a la propia necesidad de auto engrandecimiento. Esto sirve para rectificar en su raíz el mal ojo del Maljut caído (Likutey Moharán I, 54:4)
RECOPILACIÓN PARA ESTUDIO EL 07-11-09 – 20 de Jeshván de 5770
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