La muerte de un gentil, en el concepto judio
Repasemos conceptos sobre de la muerte.
El talmud establece que, el fin del hombre es la muerte: sof adam lamávet, pero, es el fin de la vida desde la perspectiva de lo físico, pero no de lo espiritual, porque hay una continuidad, por lo menos en la descendencia, en la trascendencia, y en lo que el nombre que la persona deja. Sin embargo, la ley judía, de manera inequívoca, establece, de manera absoluta, y sin concesiones, que los que fallecen, deben ser “enterrados en la tierra”. El cuerpo del hombre vuelve a la tierra, como era. El alma se eleva al Todopoderoso, pero el refugio físico, los elementos químicos que visten el alma, se hunden en la vasta reserva de la naturaleza. Las palabras de HaShem a Adám fue: «Porque polvo eres tú (ki afár atá) y al polvo regresarás.» Más tarde, la Torá cristaliza las palabras anteriores con una mitzvá positiva, que dice. ki kavor tikberenu: «Con toda seguridad lo enterrarás» (Devarim / Deuteronomio 21:23).
La Torá y los rabinos absoluta e incondicionalmente insiste en la obligación de la descomposición natural de los restos. La madera del ataúd, la tela de las cubiertas, el cuerpo sin embalsamar, se deben descomponer en una forma constante propia de la naturaleza. Nada de artificialidad, nada de retardar o de acelerar este proceso, está permitido. El mundo sigue su curso en su propio ritmo. Los que mueren debe seguir la ley de la naturaleza y del mundo.
Igualmente, hay un mandamiento para enterrar a los muertos sin demora que traza una línea muy fina, pero claro, entre el respeto por los muertos y el culto de los muertos.
El judaísmo tiene, A CONSECUENCIA DE LO ANTERIOR, varias posiciones respecto a la donación de órganos: la corriente más liberal la promueve, siempre y cuando sea considerado apropiado, mientras que la posición del judaísmo ortodoxo, sólo permite la donación de córnea
También hay un claro mandamiento que dice que antes de que el cuerpo es enterrado, se debe lavar en un acto ritual de purificación llamado Tahara (1). De la misma manera como un niño se lava y se entra en el mundo limpio y puro, así que dejamos el mundo purificado por el acto religioso de Tahara. Luego se colocan los Tajrijim (mortajas blancas)(2) y para el hombre, además, se coloca el Talit que usó en vida. Las mortajas señalan la igualdad absoluta que existe entre todos los seres humanos en el momento de la muerte. Sin embargo, el judaísmo liberal le permitir a la familia y a los individuos decidir si prefieren entierro o cremación, sin ningún tipo de presión, con lo cual evitaría la práctica de estas costumbres.
Pero, ¿Qué pasa con un no judío que quiere ser enterrado bajo el rito judío?
Dos aspectos son de suprema importancia para resolver esta inquietud: En primera instancia, hay que reconocer que, por múltiples razones, las corriente de los haredim, jasidim y jabad lubavitch, son muy reacias a aceptar, en el interior de sus comunidades, a alguien que no tenga origen judío, por lo cual, no van a aceptar que un no judío sea enterrado bajo los parámetros anteriormente descritos, y otras costumbres adicionales que describe la halajá: hay corrientes dentro del mismo judaísmo (que no tienen nada que ver con aquellas que se denominan mesiánicas), que están buscando, afanosamente, los descendientes de las tribus perdidas, y al encontrarlos, adoptan actitudes de tolerancia y permisividad, lo cual “autorizaría” un entierro, de un gentil, bajo los ritos y las tradiciones judías; en segunda instancia, estaría la posición de quienes opinan que hay leyes para ciertos descendientes de Noaj, y las llaman leyes noájidas, bajo las cuales se adoptaría una posición “intermedia” entre las dos anteriores: Uno de los autores de esta época, que apoya esta posición es Yehuda Ribco, quien en uno de sus artículos describe que, para los noájidas, no hay rezos específicos, porque ellos tienen la libertad de dirigirse al Padre Celestial del mejor modo puedan y quieran, siempre y cuando no incurran en error o pecado, apoyando, por ejemplo, pueden apoyarse en el Tehilim / Salmos 91:1-16(3), en el momento en que el cuerpo está siendo conducido al lugar de su reposo terrenal; también sugiere que, cuando la tumba está siendo cubierta, pueden recitar el siguiente pasaje, repitiéndolo tres veces:
«El polvo vuelve a la tierra, como era; y el espíritu vuelve a Elohim, Quien lo dio.»
(Kohelet / 12:7)
Otro de los aspectos que recomienda, para los deudos, es el «Tehilim /Salmo 23:1-6, para el momento en el cual están por abandonar el cementerio.
Sigue afirmando que, durante los sietes días posteriores al entierro, y que equivalen a la Shiva, los familiares deben dar caridad, en forma generosa, en nombre del difunto, con el fin de pedir al Eterno que considere con buenos ojos estos actos de nobleza, los cuales son considerados como una demostración del influjo positivo que el difunto ha tenido en la vida y conducta de sus allegados.
Por último, el no recomienda que digan la oración del Kadish, pero sugiere que mediten en su contenido, al menos una vez por día, durante el Shloshim, que corresponde a los 30 primeros días posteriores al fallecimiento.
También sugiere que, para la fecha del aniversario del fallecimiento del familiar, el noájida debe, igualmente, donar una generosa cantidad de dinero para su comunidad de noájidas, para centros de estudios judaicos y/o para los pobres y menesterosos. La obligación, en este caso es que especifique y aclare que la donación es hecha en nombre del difunto, como recuerdo y mérito para su espíritu.
También indica que el día del aniversario, quien está de duelo, se reúna con sus familiares y amigos ese día para que estudien, en nombre del difunto, temáticas relativas al cumplimiento de los preceptos de los noájidas, y de ese modo, puedan alcanzar un mejor cumplimiento de los mismos.
Redactado 01 de diciembre de 2012 – 17 de Kislev de 5773
(1) No confundir con el hefsek tahará judío ni con el at tahará del Islám.
(2) Sucedió en una ocasión que, el Rabí Iehuda bar Ilai pernoctó en el cementerio. Allí se encontró con dos espíritus, que pertenecían a un par de niñas, las cuales habían perecido a temprana edad. El rabino oyó que una decía a la otra: “salgamos y escuchemos que es lo que dicen detrás de la cortina –pargod– que separa el mundo este, del lugar sagrado de El Eterno, en las alturas celestiales. Así nos enteraremos que desgracia recaerá sobre la tierra”.
La compañera respondió: “No puedo, pues fui enterrada con vestimentas elaboradas con juncos”. (Este tipo de material obstaculiza la rápida descomposición del cuerpo, lo cual impide al espíritu abandonar el mismo, hasta que el proceso concluya. Es por esta razón, que se estila enterrar a los difuntos con prendas de lino, que prácticamente no impiden la acción). (Tzlaj en tratado talmúdico de Berajot 18)
(3) «El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Todopoderoso.
Diré al Eterno: ‘¡Refugio mío y castillo mío, mi Elohim en quien confío!’
Porque Él te librará de la trampa del cazador y de la peste destructora.
Con Sus plumas te cubrirá, y debajo de Sus alas te refugiarás; escudo y defensa es Su verdad.
No tendrás temor de espanto nocturno, ni de flecha que vuele de día, ni de peste que ande en la oscuridad, ni de plaga que en pleno día destruya.
Caerán a tu lado mil y diez mil a tu mano derecha, pero a ti no llegará.
Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos.
Porque al Eterno, que es Mi refugio, al Altísimo, has puesto como tu morada, no te sobrevendrá mal, ni la plaga se acercará a tu tienda.
Pues a Sus enviados dará órdenes acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos.
En sus manos te llevarán, de modo que tu pie no tropiece en piedra.
Sobre el león y la cobra pisarás; hollarás al leoncillo y a la serpiente.
‘Porque en mí ha puesto su amor, Yo lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha conocido Mi nombre.
Él me invocará, y Yo le responderé; con él estaré en la angustia. Lo libraré y lo glorificaré; lo saciaré de larga vida y le mostraré Mi salvación.'»
Por lo dicho, el espíritu de la otra joven le respondió: Ve tú, y lo que escuchas, me lo dices”.