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Elogiando a la Mujer

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Elogiando a la Mujer

ELOGIANDO A LA MUJER, MUJER VIRTUOSA

FUENTE: PARASHÁ JAYÉI SARA

 

Aliot de la Torá

1ª Alia: Abraham negocia con Efron el Hitita la compra de la Cueva de Majpela como lugar para depositar los restos de Sara. Se nos enseña que allí están también los restos de Adam y Java.

2ª Alia: Abraham envía a Eliezer, su fiel y confiable sirviente, hacia Aram Naharaim, (Geográficamente ubicada entre el Tigris y el  Éufrates) para encontrarle una prometida a Itzjak (shiduj).

3ª Alia: Conduciendo una gran caravana con riquezas  y muchos regalos, llega a Najor. Mientras espera en el pozo, elabora una estrategia que servirá para encontrar la prometida para Itzjak y Rivka, cumple con los criterios, por lo cual le enseña los regales que trae.
4ª Alia: Eliezar es invitado a la casa de Betuel donde relata la historia de su misión y su encuentro con Rivka. Eleazar pide en matrimonio a Rivka y Lavan y Betuel dan su voto a favor de dicho compromiso.

5ª Alia: Rivka expresa  su deseo de partir inmediatamente; su familia la bendice y Eleazar la lleva hacia Canaán. Itzjak se casa con Rivka en el año 2108.

6ª y 7ª Aliot: Abraham se casa con Ketura (algunos dicen que es la misma Hagar) y tiene 6 hijos más. Abraham fallece en el año 2123 – 1638 a.e.c. a la edad de 175. Sus dos hijos mayores, Itzjak e Ishmael le celebran las honras fúnebres en la cueva de Majpelá (Mearat Hamajpela, que significa la cueva de los dobles o las parejas), y se llamaba así porque Adam y Javá estaban. Nacen los doce hijos de Ishmael, y el fallece a la edad de 137 años.

 

 

Elogiando a la mujer; tres enseñanzas:

1.- La belleza de la mujer

2.- La honra a la mujer

3.- La maravilla que es la mujer.

Nuestra Parashá comienza diciendo: «Y fueron los años de Sara cien años y veinte años y siete años». Y murió Sara en Kiriat Arbá, que es Hebrón (Gevrón), en la tierra de Canaán; y vino Abraham para hacer el duelo de Sara y llorarla.                                                                    Vayiyú jayei Sara méa shaná veesrím shaná veshéva shaním shnéi jayéi Sara.Vatamót Sara beKiriat Arba hi Jevrón beéretz Kenaán vayavó Abraham lispód le Sara velivekotá

Es curioso como la parashá se denomina “las vidas de Sara”, justamente después de que ella fallece, Abraham realiza las honras fúnebres correspondientes para su ser querido, y nunca más aparece Sara en este texto: ¿Qué es lo  que probablemente nos quiere señalar el texto? Tal vez nos quiere indicar que, después de que fallecemos, lo que queda son las buenas acciones y siempre hemos escuchado de nuestros maestros, que la vida de Sara, no fue una, ni dos, sino tres (para algunos muchas más), en la forma como nos describe la cuenta de los años: “Cien años, veinte años y siete años”. Rashi, como muchos de los eruditos nos han dicho que Sara, a los cien era limpia de faltas como a los veinte, y que a los veinte era como a los siete años, en belleza.

Al hablar de belleza, todos entendemos que este es un concepto relativo: en el mundo actual (finales del siglo 20 y principios del siglo 21 de la E.C) la publicidad es una herramienta que constantemente nos está bombardeando acerca de moldes y modelos que son considerados “bellos o hermosos” y es la misma publicidad la que “nos empuja” a imitar esos modelos, dejando en la mayoría de nosotros una sensación de frustración, al no lograr cumplir los objetivos que nos son impuestos.

La misma Torá nos relata acerca de algunos de sus personajes y los describe “de hermoso aspecto” pero, en nuestro ejemplo, Sara, para poder llegar a concebir un hijo, tuvo que recuperar la lozanía de su juventud, para poderlo amamantar, también y para que el rey de Grar quisiera tenerla, igual tenía que lucir un aspecto muy agradable, lo cual nos reafirma el concepto de su belleza.
Sin embargo, nos podemos hacer una pregunta ¿Que es lindo, bello o hermoso? Todas las cosas que vemos y conocemos nos advierten que lo que es bonito aqui y ahora, puede ser horrible alli y mañana. Pero que, por encima de las edades y las culturas existe lo que el Rabino Shimshon Rafael Hirsh llamo «el buen gusto».

Preguntémonos: ¿Qué es buen gusto? Un refrán anónimo nos contesta que “El buen gusto proviene más del juicio que del talento”, mientras que Pablo Picasso decía que “El principal enemigo de la creatividad es el buen gusto”; Hay piezas musicales que arrancan sentimientos nobles a las cuerdas del alma. Es belleza y buen gusto; y hay ritmos que despiertan sensaciones bajas y mezquinas, que son grosería y mal gusto: igual pasa con las vestimentas: hay apreciación a las obras teatrales y a las esculturas que se comportan de igual manera ; hay educación que forma los sentidos y hay educación que también conduce a salvajismo como los experimentos realizados por los médicos nazis en la segunda guerra mundial, pero hay un paso del salvajismo a la civilización: en las enseñanzas hebreas se le llama «Derej Eretz Kadma La Torá«, capaces de crear paz de espíritu, lo que nos permite  desarrollar emociones y el sentido de lo noble y puro;  a través de este desarrollo de emociones, podemos aprender a elegir, aprender a privarnos de lo que El Eterno dijo «no», sin que esto signifique traumas y represión y es probablemente lo que queremos llegar con la división de edades como lo explica Rashi, dejando a Sara a los 20 años con la belleza como cuando tenía 7, puesto que es ese período de tiempo en el que todos los seres humanos atravesamos por muchos cambios corporales y mentales, que nos van a dirigir en nuestro futuro camino: es decir, es un período en el cual nos parecemos más a los ángeles y, como dicen nuestros sabios, Dichosa nuestra juventud que no avergonzó nuestra vejez.

Definitivamente, nosotros estamos influenciados por el entorno físico. Nos lo demuestran las enseñanzas de los Sabios, quienes dicen que  «tres aspectos que amplían la mente del hombre: Una casa hermosa, utensilios hermosos y una esposa hermosa» (Talmud Brajot 57) y Abraham era uno de los hombres que gozaba de estos tres aspectos; pero, para que cualquiera de nosotros pueda gozar de belleza, la filosofía jasídica nos enseña que alma (ruaj- neshamá) tiene que interactuar con nuestro cuerpo de modo en conjunto como lo hace una mano con un guante y ello conduce a la belleza como la que gozaba Sara, de quien se se dice que preparaba alimentos de manera creativa y habilidosa para abrir la mente hacia el entendimiento de la Tora (lo podríamos denominar «delicioso a la vista») y quien solía ambientar la vivienda para crear un poderoso estado de dignidad.                                                  Bajo los conceptos anotados, el Rabino Hirsch nos dice que gracias a un espíritu bello, puro, inspirado por Adonai, puede producirse una imagen física de belleza angelical.

El judaísmo nos enseña que todos tenemos almas preciosas y que el aspecto externo debe reflejar esta belleza interna, aunque algunas personas hayan sido creadas objetivamente hermosas… Pero las personas con el don de la belleza física, tienen el desafío de evitar estar pendientes de la belleza. ¿Qué sucede con aquellas persona creadas sin una belleza física objetiva? Hay una historia del Talmud (TAANIT 7a) que cuenta la historia de Rabí Iehoshua Ben Jananiá y la hija del emperador romano.

Rabí Iehoshua era famoso por su gran sabiduría. También se lo conocía por ser poco atractivo. Un día la hija del emperador le preguntó por qué El Eterno pondría tanta sabiduría en un recipiente tan feo. Él respondió: «Vuestro padre guarda su vino selecto en recipientes baratos de barro».
«¿En qué otro lugar debería ponerlo?», preguntó la joven.
Él le dijo que un vino selecto debería guardarse en recipientes de oro y plata. Regresó al palacio y transfirió el vino a recipientes de oro. Poco después, el vino se echó a perder. Cuando su padre le pidió que le explicara qué había sucedido, ella le contó sobre la conversación con Rabí Iehoshua. El emperador mandó a llamar al gran rabí y le preguntó: «¿Por qué le dijo que hiciera eso?». Rabí Iehoshua explicó que le estaba respondiendo su pregunta. Así como el vino se conserva mejor en recipientes feos, así también la Torá se conserva mejor en mí. El emperador dijo al rabí: «Pero hay personas hermosas que son eruditas», y el rabí respondió: «Si fueran feas, habrían aprendido más».

La belleza y la hermosura en una persona según la definición de la Torá, no son equivalentes – sino que se contrastan la una con la otra- a las nociones sensuales que la gente llama atractivo, irresistible, sugestivo, provocador, de lo que sería una «ganadora» de un concurso de belleza. – en donde solamente la gracia física, y nada más que eso – son la virtud de la elegida. Ni el gimnasio, ni la peluquería son lugares para adquirir valor interno.

Concentrarnos demasiado en nuestra belleza externa y en la de los demás, no nos ayudará, puesto que este tipo de belleza no es duradera. Es más inteligente que hagamos todas las  inversiones posibles en aquello que tenemos adentro, para que a medida que nos hagamos más viejos, sea la belleza de nuestras almas la que pueda resplandecer desde el interior. Después de todo, nuestras almas son eternamente bellas. Otra forma de decirlo es a través de esta analogía: “Solamente la apariencia física expresa la identidad de nuestro interior como Panim (rostro) es la expresión del Pnimiút (carácter interior)”.

Pero si Sara tuvo un hijo a los 90 años, ¿no debía lucir vieja (y tal vez fea) por la edad que tenía?  Si nos regimos bajo los conceptos actuales, es probable que si, aunque muchas veces hemos visto ancianos “bellos” y nos preguntamos: ¿Qué es lo bello de una cara vieja? La actitud básica de la civilización occidental, desde los tiempos de la Antigua Grecia, ha asociado siempre la belleza con la juventud. En el mundo occidental contemporáneo, toda la industria cosmética está dedicada a hacer que la gente se vea joven, si quieren verse bellos. El intento es, precisamente, hacer que la cara vieja parezca más joven. Sin embargo, la Torá adscribe la belleza a la cara vieja, precisamente porque expresa el triunfo continuo de una vida que resiste, y persiste, a través del arduo paso del tiempo.

¡Cuánta determinación, valentía y voluntad para vivir vemos en una cara vieja! Con respecto a esto, el Talmud (Kidushin 33a) nos dice: El Rabino Yojanan acostumbraba ponerse de pie incluso ante un anciano arameo pagano diciendo, «Cuantos problemas han pasado sobre él». La Torá, entonces, nos pide que veamos en las personas envejecidas, no que se están perdiendo en el olvido, sino que reconozcamos en ellos las ganas de vivir, y el ansia profunda por la eternidad del alma inmortal que hay dentro de cada individuo.                                     La belleza es el poder indomable de la vida, la determinación de vivir a pesar de todas las dificultades, el camino a la eternidad.

2.-   La honra a la mujer

El segundo aspecto que tiene esta parashá que también se refiere a las cualidades de Sara, lo perfecta y maravillosa que fue como mujer a pesar de todas las dificultades por las cuales tuvo que atravesar, tenemos la honra que Abraham le brindaba a esta mujer: encontramos entonces, en el final de la segunda frase de la misma encontramos lo siguiente “vino Abraham para hacer el duelo de Sarah y llorarla”. ¿Qué es lo que entendemos respecto a esa frase?   Estaba honrando a su esposa.

Muchas de nuestras alabanzas a nuestras esposas se deben principalmente a su belleza…

Porque es bien sabido que toda mujer necesita honor y atención como necesita del aire para respirar, y si el nombre no sabe darle a su mujer atención y respeto, es como si no hiciera  nada – su esposa se sentirá desesperada y deprimida.

Cuando el marido no honra a su esposa, ella no siente vitalidad alguna, aunque reciba honores de sus padres, de sus amigas, aunque tenga un trabajo honorable y goce de una posición exitosa, tenga una buena profesión, sea rica, etc., si su esposo no le alaba, esta mujer se siente completamente desdichada.

Muchos hombres afirman que no pueden alabar a sus esposas, porque no quieren mentir. Pues al no estar convencidos de dichas alabanzas, no las pueden pronunciar. Por ejemplo, ¿cómo decirle que está guapa, si no lo está? ¿Cómo decirle que es ordenada si no lo es?, etc.

Pero si el esposo le honra y le alaba, ella sentiría una satisfacción maravillosa, tal como un gran erudito de la Torá que entiende una nueva interpretación de los escritos, siente una satisfacción superior, espiritual

Aquellos maridos que supuestamente tanto “persiguen la verdad”, necesitan estudiar algunos artículos de Nuestros Sabios, en los que se puede ver cómo pueden expresar, por medio de ellos, muchas alabanzas auténticas a sus mujeres:

En el Talmud (Tratado Yebamót) leemos: “Todo hombre que no tiene esposa, se encuentra sin alegría”. La persona que cree en la Torá, le puede decir a su esposa: «Tú eres mi alegría», ya que las palabras del Talmud son verídicas, y su intención es que si la persona tiene paz en su hogar, tendrá entonces alegría. Si el hombre vive junto a su esposa en unidad, convivirá entonces con alegría, pero si cada uno vive separado – por seguro no existe alegría alguna.

Además está escrito que el que no tiene esposa: «se encuentra sin bendiciones». En consecuencia, dirá: «Tú eres mi bendición”. Y también: «Se encuentra sin un muro protector», por lo tanto le dirá: «Tú eres mi muro protector». Y también “se encuentra sin bienestar”, entonces le dirá: «Tú generas mi bienestar». Y además: “Todo el que permanece sin esposa, no es un ser humano”. Por lo tanto, le dirá: “¡Sin ti, no soy un ser humano!”, “¡Sin ti no soy nada!”, ¡Yo no valgo nada sin ti”. Al tratarse de una expresión específica del Talmud, puede expresar esto sin falsedad alguna.

En consecuencia, él puede y debe decirle, con sinceridad: «Eres hermosa», «tienes gracia”, «tu belleza es muy especial» y si ella le responde: «Lo dices por decir», le contestará: «sobre gustos no hay nada escrito», conforme a mi gusto, tú eres la más guapa del mundo». Y tiene que permanecer firme en su opinión, aunque ella no crea que lo expresa con intención, permanecerá fuerte y continuará diciendo esas palabras. Y, por supuesto, se lo dirá sinceramente, porque sabe que esa belleza se la dio el Creador Mismo, y en consecuencia, es la belleza perfecta.

En la Torá está escrita la prohibición de conducirse con desprecio hacia las piedras del santuario. Dice Rashí“Y aunque estas piedras no tienen conocimiento para ofenderse si las desprecian, la Torá dice que ya que nos benefician, es prohibido conducir hacia ellas con desprecio, con más razón si nos referimos a un ser humano que se ofende cuando lo desprecian”. En consecuencia, con más razón con la esposa, a quién es digna de todo honor y es necesario respetarla y alabarla mucho.

En el Precepto de “Y te alegrarás en tu festividad” se menciona que la mujer no está obligada a hacer sacrificios de alegría, pues en la mujer – su esposo es quien la alegra… Esto significa, que a alegría de la mujer proviene única y exclusivamente de su esposo. Y en verdad es una realidad que se percibe y que es imposible desmentir – que la alegría de la mujer proviene de su esposo.

Por lo tanto, debe el marido buscar siempre, cómo dirigirle palabras de honor y alabanza. Por ejemplo, cuando la esposa ha preparado algo para comer, debe decirle:»Qué buenas manos que tienes», «qué comidas tan sabrosas sabes hacer», «qué buen gusto tienes», etc. Y aunque alabe todos los días la misma cosa, eso también le causa alegría, y con más razón si encuentra una causa nueva para alabarla, ¡pues ella se lo merece!

Es conocido el relato de un sabio que cierta vez se sintió algo orgulloso, y cuando se encontró con una persona fea, dijo: «Qué feo es este hombre». Le respondió el hombre: «Ve y dile al artesano que me hizo: ‘Qué feo es ésta obra que creaste’… Escuchó el sabio esa llamada de atención y se avergonzó mucho, pues en verdad, esa persona tenía razón, porque si el Creador lo hizo de esa forma – esa misma es su belleza.

De aquí aprendemos que si una persona tiene fe en que el Creador creó a su mujer de esa forma, entonces ella es la más linda del mundo. Porque si  El Eterno le dio esa belleza, y ciertamente el Creador hace lo más bello del mundo, entonces ella es la mujer más bella que existe. El Altísimo vio que ésa es la belleza más completa para rectificar el alma de la esposa y del esposo…

 

 ¡Que Adonai nos ayude a encontrar la belleza de nuestras esposas y que aprendamos a respetarlas y alegrarlas como se debe, como buenos hijos de Abraham que somos, Ámen! 

 

3.-   La Maravilla que es la Mujer

 

Pasa 250 veces por minuto, casi 15,000 veces cada hora. Pasa luego de años de esfuerzo y preparación, o por «accidente». Ocurre en cada nivel socio-económico en cada país y pueblo del mundo. Pero no importa con qué frecuencia ocurra, no importa el lugar común de este evento, siempre nos quedamos absortos y exclamamos: ¡Milagro!…

Ese ser humano debe dar a luz y debe crear otro. Si hay algún área en que una criatura emula a su Creador–si hay un acto por el cual expresamos la chispa de divinidad en nuestro interior–es el del milagro del nacimiento.

Es en este acto, el mayor de nuestros logros espirituales, que también se revelan la mayoría de las limitaciones de nuestra individualidad. Alimentarnos, dormir, pensar, producir una obra de arte o construir una casa–virtualmente todo lo que hacemos, podemos hacerlo solos. Pero dar a luz es algo que sólo lo podemos hacer junto con otra persona. Para dar a luz, debemos dejar de ser una entidad nosotros mismos y volvernos una parte, un componente de una comunidad de dos.

Porque si sólo somos lo que somos, somos categóricamente «no tan Divinos». Como seres hacia nosotros mismos, somos cosas finitas y ensimismadas, fabricantes en lugar de creadores. Para crear, debemos ponernos por encima de nuestra individualidad; para hacer real nuestro ser divino, debemos trascender los límites de nuestro ser.

Es la mujer, tanto más que el hombre que «da a luz». Es la mujer la que está más comprometida con la paternidad, y quién más agudamente siente la falta de ella cuando se la niegan. Es la mujer quien continúa mimando a su hijo mucho más tiempo después de que el hombre lo ha engendrado. Es la mujer, según ley de la Torá, quien exclusivamente determina la identidad espiritual de su hijo.

Porque es la mujer la que en mayor medida entrega su ser para crear vida. Ella es el elemento pasivo y receptivo en el proceso de procreación. Durante nueve meses, su cuerpo deja de ser sólo suyo, a la vez que carga y nutre otra vida. Así que es la mujer, tanto más que el hombre que «siembra y da a luz» y para quien la maternidad es un estado de ser, no sólo un «logro» o una «experiencia.»

Sin embargo todos podemos volvernos una «madre». Lo que viene naturalmente a la mitad hembra de la creación puede aprenderse y asimilarse por todos, y no sólo dando a luz, sino en cada uno de las tareas de la vida. Todos nosotros tenemos el poder para reconocer que hay algo más allá de nuestra existencia confinada a la estrecha identidad individual.

Todos tenemos el poder de volvernos mucho de lo que somos y hacer más que lo que podemos, siendo receptivos a la divinidad que hay en nuestro ser y que permea nuestra existencia.

 

MATERIAL ELABORADO POR 321JUDAISMO.COM,

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TERMINADO DE ELABORAR EL 27 DE OCTUBRE DE 2010 – 19 de (Mar)Jeshván de 5771

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Max Stroh Kaufman

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