Los diez mandamientos y el matrimonio
Parasha Vaetjanan
En la parashá vaetjanán, encontramos una advertencia que nos hace Moshé respecto a la conservación de los mandatos y estatutos recibidos en el Monte Sinaí, cuando nos fue entregada la Torá:
Hace un énfasis en los 10 mandamientos de la siguiente manera: (Devarim 4:13)
Y El os anunció su pacto, el cual os ordenó observar, o sea los diez mandamientos; y los escribió sobre dos tablas de piedra. Vayagued lajém et britó asher tzivá etjém laasót aséret hadevarím vayijtevém al shnéi lujot avaním.
Los diez mandamientos, para muchos, al igual que las 613 mitzvot, podrían estar desactualizadas,
¿De verdad?
No vamos a opinar, pero, si las analizamos profundamente, podríamos aplicarlos a cada aspecto de nuestras vidas:
En este momento vamos a hacer un análisis de cómo, los diez mandamientos, podrían aplicarse, uno a uno, en el matrimonio.
El concepto de matrimonio, para el judaísmo, no se aplica únicamente a la idea de la relación hombre-mujer.
Nuestra relación con el Creador es considerada un casamiento y nuestro aniversario de boda es Shavuot, el día en el que recibimos la Torá.
Así como al matrimonio hay que renovarlo día a día, también cada año revivimos la entrega de la Torá y nuestro casamiento con Adonai.
Hombres, mujeres y niños recibieron la Torá en el Monte Sinai, el monte más pequeño y humilde de todos los montes. Estábamos debajo del monte como si éste fuese el palio nupcial, la «Jupá».
El momento en el que recibimos la Torá representó el contrato matrimonial, la Ketubá.
Simbolizó nuestro amor, compromiso, respeto y responsabilidad de nuestra relación con El Eterno.
Cada vez que un hombre y una mujer contraen matrimonio debajo del palio nupcial, vuelven a recrear la boda que tuvo lugar debajo del Monte Sinai el día en que Hashem entregó los Diez Mandamientos.
Si le damos una mirada más profunda a estos Diez Mandamientos descubriremos que no sólo nos aconsejan sobre el aspecto espiritual, sino que también nos proveen de consejos y pautas prácticas para la vida conyugal.
Mandamiento 1
Veamos:
1. Yo soy el Señor, que te sacó de la Tierra de Egipto, de la Casa de los Esclavos. No Poseas otros Dioses.
No dejes lugar a duda:
Hablando de matrimonios, muchas personas que no están seguras de haberse casado con la persona correcta.
Tal vez estén casados desde hace décadas, y sin embargo no están 100% seguras de haber elegido la persona correcta. Muchos están seguros de la decisión, al principio, pero luego la duda comienza a crecer sigilosamente.
¿Es que acaso tomé una decisión apurada o inmadura?
¿Es esta la persona correcta?
¿No sería más feliz con otra persona?
¿Es que acaso crecimos en direcciones opuestas desde aquel día en el que contrajimos matrimonio?
Seguramente eras inmaduro cuando te casaste, pero eso es algo positivo.
Se conocieron cuando aún eran jóvenes, y sus caracteres eran aún flexibles, crecieron juntos.
¿Y entonces?
Cambiaron y se desarrollaron desde aquel día en el que contrajeron matrimonio, pero, si con el transcurrir del tiempo, lograron involucrarse con los cambios y crecimientos del otro, podrán decir que alcanzaron una relación en la que siempre estará viva la atracción de la pareja.
Es importante evitar que la duda te haga cometer un terrible error.
La vacilación sobre la seguridad en la pareja puede matar cualquier matrimonio.
Una vez que logran reconocer que esta fue la decisión que tomaron, se dan cuenta que esta es la persona con la que eligieron pasar el resto de su vida…
Con la que decidieron trabajar, vivir, criar hijos, pagar impuestos, resolver inconvenientes y hasta llegar a la vejez…
Con esta y única persona.
Este es el primer mandamiento
Este primer mandamiento comienza con la palabra «Anoji» que significa «Yo» en el idioma egipcio.
La pregunta es:
¿Por qué El Todopoderoso eligió decir la primera palabra de los Diez Mandamientos en un idioma extranjero y no en hebreo, el idioma sagrado?
En aquellos tiempos, nosotros, los judíos, recién habíamos salido de Egipto.
Aunque nuestra lengua madre era el hebreo nos encontrábamos muy familiarizados con el idioma egipcio.
Es por esto que Adonai decidió hablar en el idioma que todos entendían, de este modo partió de una misma base para entablar la relación.
Esto, encierra una lección para nosotros.
Tal vez, en algún momento de su vida, alguno de los dos miembros de la pareja pueda llegar a decir, «Oh, es tan diferente a mí».
Pero, con esfuerzo y dedicación, se puede hallar un factor en común.
Tal vez debamos hablar «un idioma extranjero» para nosotros, de vez en cuando, para lograr entablar la comunicación con nuestra pareja.
El uso de la palabra «Anoji», «Yo», nos enseña que El Eterno puso su máxima esencia dentro de la Torá.
De esto aprendemos que, asimismo, nosotros debemos poner, nuestro espíritu y corazón al servicio de nuestro matrimonio.
Quien te sacó de la tierra de Egipto
¿Por qué El Eterno constantemente nos recuerda de dónde venimos?
¿Es acaso placentero escuchar una y otra vez sobre el tiempo en el que éramos esclavos?
¿No podemos acaso, olvidarnos del pasado, y simplemente seguir adelante?
Todos poseemos un pasado.
Aunque intentemos comenzar nuestro matrimonio como si el día de nuestro casamiento fuese nuestro nacimiento.
La realidad es que todos arribamos con trasfondos diferentes, infancias, hábitos y expectativas distintas y hasta quizás, Jas ve shalóm, con traumas del pasado.
¿Que sucede con nuestra historia?
Si poseemos algo de nuestra historia que debemos resolver, debemos hacerlo apenas lo detectamos.
De nada sirve esconderlo bajo la alfombra.
Lo único que logramos con esta actitud es que el problema cada vez se vuelva más grande, e inexorablemente saldrá a la luz, ya sea mañana, dentro de una semana o en diez años.
Tarde o temprano saldrá a la superficie, y mejor que sea temprano, ya que realmente uno resulta lastimado con esta actitud, daña a su familia, y sigue tropezándose con todos los problemas que guardó debajo de esta alfombra.
Hasta que logramos reconocer cual es la mochila de dificultades con la que cargamos, es fácil caer en la tentación de culpar a nuestros cónyuges de nuestras inseguridades.
Debemos preguntarnos:
¿Hay algo de lo que debo encargarme, algo que traigo de mi historia, de mi pasado?
No nos olvidemos que todos poseemos un pasado.
Cada uno de nosotros viene de diferentes hogares, hemos sido educados de maneras distintas y, hasta tal vez fuimos criados en otra cultura.
Aunque creamos poseer muchísimas similitudes con nuestra pareja, siempre encontraremos diferencias.
A veces nos disgustamos mucho con nuestros cónyuges, esperando que hagan cosas que no hacen, asumiendo que ellos «deberían saberlo».
En la pareja, los dos, deben siempre tener en consideración que cada uno posee un pasado.
Fin del primer mandamiento