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Envidia, en el Judaismo

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Envidia, en el Judaismo

Envidia, Nueva reflexión

 Envidia en el judaismo

Muchas veces hemos escuchado la frase: “el pasto es más verde al otro lado de la cerca” ¿Qué tan cierto podría ser esta expresión?

El Midrash (Kohelet 11:13) hace una relaciona a metáfora de un pájaro libre que envidia la comida de un pájaro enjaulado. La respuesta que da el ave enjaulada es: «Tu ves mi comida, pero no ves mi cautiverio.»

Lo que vemos allí reflejado, se resume en una palabra: “envidia”

Hay quienes podrían decir que la reflexión anterior podría ser interpretada como “envidia sana”

¿Será cierto que existe la envidia sana?

En la Torá hay muchos ejemplos clásicos acerca de la envidia: Caín y Abel: Koraj y Moshé, como los más clásicos

Al respecto podríamos responder con la siguiente frase: “Lo que tu envidias de mí, son tus ganas de ser como Yo”

La envidia siempre va a ser un sentimiento negativo, por más que le coloquemos el apodo de sana, porque de esta manera, lo único que hacemos es como una manera de atenuar, o disimular, los sentimientos negativos que podemos desarrollar hacia los demás.

“La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren”. Escribió  Arthur Schopenhauer.

Retomando el concepto que conocemos como “envidia sana,”  podemos afirmar que, de todas maneras, la envidia surge porque hay frustraciones personales, baja autoestima, o tenemos dificultad de poder conseguir los objetivos que nos hemos planteado en la vida y que otros han logrado.

La envidia sana, muchas veces la “disimulamos” como un sentimiento de admiración; en este caso, lo que hace es, mostrar o reconocer que se tienen limitaciones frente el éxito de los demás: el problema está en que muy pocas personas van a tomar esto como algo positivo, porque con ello, al  evaluar su situación desde un punto de vista imparcial, podrán ver dónde están sus fortalezas y habilidades, y con ello, tratar de superarse.

Para ello podemos tomar el siguiente ejemplo y reflexión: después de 27 años en la cárcel, cuando el recientemente fallecido Nelson Mandela fue elegido en el año de 1994 como presidente de Sudáfrica, él compartió con el mundo entero uno de sus poemas favoritos, el cual fue escrito por Marianne Williamson, que nos dice: “Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad, la que nos atemoriza. Por ello, muchas veces nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso? En realidad deberíamos preguntarnos, ¿quién soy yo para no serlo?”

Manejar la envidia requiere de un patrón de comportamiento contrario a ella, que se basa en la fortaleza personal, la modestia y la humildad, es decir, un cambio de actitud que nos va a permitir convivir con la realidad de no tener ahora mismo aquello que deseamos, además de permitirnos el reconocimiento de que hay otros merecedores de los logros que anhelamos.

Cuando nos referimos a un cambio de actitud podemos pensar en la siguiente reflexión: “El distraído tropezó con la piedra…El violento la utilizó como proyectil…El emprendedor construyó con ella…El campesino cansado se sentó en ella…Para los niños la piedra es un juguete…Drummond la poetizó…David utilizó la piedra para matar a Goliat…Miguel Ángel hizo de ella la más bella escultura… En todos los casos la diferencia no estuvo en la piedra sino en el hombre… “

Tomemos ahora algo de la Torá para evidenciar lo anterior:

Proverbios 24:1-5: No tengas envidia de los hombres malos, ni desees estar con ellos; porque su corazón piensa en robar, e iniquidad hablan sus labios. Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará; y con ciencia se llenarán las cámaras de todo bien preciado y agradable. El hombre sabio es fuerte, Y de pujante vigor el hombre docto.

¿Quién soy yo para no serlo? Recuerda que todos somos distintos… algunos con más dinero que otros, la altura de nuestro cuerpo, el color de la piel, los estudios que hemos realizado y la profesión en loa que nos desempeñamos… la música que nos gusta, lo que nos enoja…Partamos de la frase “Yo soy mi mundo entero» y a través de ella, cambiemos de actitud, con las herramientas apropiadas, confiando en el Todopoderoso, y veremos resultados, porque, en caso contrario, el único que sale perdiendo es uno mismo…

Nota de la Redacción: Sugerimos la lectura del poema “Oda a la Envidia” de Pablo Neruda

 

24 de Diciembre de 2013 – 21 de Tevet de 5774

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