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Cápsula Parashá Vayetzé

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Cápsula Parashá Vayetzé

Resumen de la Parashá
Bereshit /Génesis 28:10-32:3

Yaakov deja su lugar de nacimiento en Beer Sheva y viaja a Jaran.

En el camino se encuentra con “el lugar” y duerme allí, soñando con una escalera que conecta el cielo con la tierra, y con ángeles subiendo y descendiendo por ella; Adonai se le aparece y promete que la tierra sobre la cual está acostado será dada a sus descendientes.

Por la mañana, Yaakov eleva la piedra sobre la cual apoyó su cabeza como una altar y un monumento, prometiendo que será la casa de Adonai.
Yaakov se queda en Jaran, donde trabaja para su tío Laban, cuidando sus ovejas.

Laban concuerda en darle su hija menor, Rajel, a quien Yaakov ama, para casarse con ella, como paga por siete años de trabajo. Pero en la noche del casamiento, Laban le entrega a la hija mayor, Lea, un engaño que Yaakov sólo descubre a la mañana.

Yaakov se casa con Rajel también, una semana más tarde, luego de aceptar trabajar siete años más para Laban.
Lea tiene seis hijos, Ruvén, Shimón, Levi, Iehuda, Isajar y Zvulún, y una hija, Dina, mientras que Rajel es estéril. Rajel le da a Yaakov su sirvienta, Bilá, para tener hijos con ella para Rajel, y dos hijos más, Dan y Naftalí, nacen. Lea hace lo mismo con su sirvienta, Zilpá, de quien nacen Gad y Asher. Finalmente, las plegarias de Rajel son respondidas y nace Iosef.
Yaakov ya estuvo en Jaran por catorce años y desea retornar a su casa, pero Laban lo convence de quedarse, ofreciéndole sus ovejas como paga por el trabajo. Yaakov prospera, a pesar de los repetidos intentos de Laban por arruinarlo.

Luego de seis años, Yaakov deja Jaran a escondidas, temiendo que Laban no le permitiría irse con la familia y riquezas por las cuales había trabajado. Laban y Yaakov hacen un pacto en el Monte Gal-Ed, y Yaakov continúa viaje hacia la Tierra Santa, donde es encontrado por ángeles.

Encontramos en la parashá la siguiente consigna: Y soñó; y he aquí una escalera que estaba apoyada en la tierra; y su extremo superior llegaba al cielo; y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella;
Vayajalóm vehíne sulám mutzáv artzá veroshó maguía hashamaimá vehíne malajéi Elohim olím veyordím bo.
Nuestros sabios nos enseñan que: «Maasé abot simán labanim», o sea, que todo lo que sucedió con nuestros Patriarcas es una enseñanza para nosotros, sus hijos. Por lo tanto, debemos analizar profundamente cada versículo, aunque, parezca tratarse, tan sólo de una historia intrascendente. Encontraremos ahí la llave de la vida de todas las generaciones.
Mucho se ha hablado acerca de esta parashá, del momento en el que Yaakov se acuesta y duerme, haciendo énfasis en estos dos hechos y posteriormente en el sueño acerca de la escalera: se nos ha enseñado que durante 14 años que Yaakov estuvo estudiando en la casa de Ever, no durmió ni descansó, como tampoco lo hizo durante los 20 años que trabajó donde Labán: la confirmación de ello está en Bereshit 31:40 que dice: “Donde estaba yo de día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos.”
Haíti bayóm ajaláni jórev vekéraj baláila vatidád shenáti meeinái.
También nos enseñan nuestros sabios que, cuando Yaakov salió de Beer Sheva, un pozo de agua iba delante de él, milagrosamente.
El viaje desde Beer Sheva hasta Har Hamoriá demoraba dos días, pero Yaakov protagonizando un nuevo milagro, tardó medio día en llegar. Cuando arribó aHar Hamoriá era el mediodía.
Al llegar, le dijo Hakadosh Baruj Hu: «Yaakov, el pan está en tu bolsa y el pozo delante de ti, para comer y beber. Recuéstate en este lugar para descansar», ya que deseaba rebelársele en su sueño con la visión de la escalera y con promesas para la eternidad.
Le respondió Yaakov: «Ribonó Shel Olam, Amo del Universo, el sol aún no se ocultó, ¿y yo me recostaré en este lugar prematuramente?».
Inmediatamente, Adonai escondió el sol, completamente fuera de horario, para que Yaakov durmiera allí y tuviera el privilegio de recibir la profecía.
Este fue, definitivamente, un único momento para ello.
También nuestros sabios nos han enseñado que el ser humano, al permanecer erecto, desde el punto de vista espiritual, significa que la cabeza, área donde están los pensamientos, donde se acumula el conocimiento, está muy por encima del corazón, punto estratégico que representa los sentimientos, queriendo decir que, permanentemente, el hombre permite que la razón y la lógica dominen sus actos, mientras que cuando está acostado, se encuentran ambas, al mismo nivel, sin predominio de la una sobre la otra, y el acostarse nivela el intelecto con los sentimientos.
También sabemos que el Cielo y la Tierra, son lugares “diametralmente opuestos”: según las definiciones del diccionario,
1.- Cielo se define a menudo como el espacio en el que se mueven los astros y por efecto visual parece rodear la Tierra. En astronomía, cielo es sinónimo de esfera celeste: una bóveda imaginaria sobre la cual se distribuyen el Sol, las estrellas, los planetas y la Luna. …
2.- La atmósfera visible desde la superficie de la tierra o del mar; Lugar en el que habita Dios, los ángeles, los santos y al que aspiran llegar las almas de las personas que lograron los méritos establecidos en diversas religiones
Veamos que definiciones encontramos acerca de la Tierra:
1.- Es el universo material entero exclusivo de los seres humanos y sus productos.
2.- El mundo, en oposición al cielo o a la vida eterna.
Esta parashá nos lleva a una rápida conclusión y ella es que existe un puente de unión entre estas dos partes: entre lo físico y lo espiritual, entre el intelecto y el instinto.

El Eterno fue quien creó ambos aspectos del mundo y del hombre, y está igualmente presente en ambos.

A través de esta parashá entendemos que Él es quien nos ha proporcionado todos los implementos necesarios para conectarnos con Su verdad, la cual transciende el espíritu y la materia: está dado por dos cosas o dos elementos: un sulam, o sea una escalera (algo físico) y unos ángeles (algo espiritual); la senda física que tenemos es la Torá, que es la guía que Él nos proporcionó para que nuestra mente racional pudiera entender y, la plegaria, que es el componente espiritual, de conexión con Adonai.
En nuestro ejemplo, Yaakov requirió de 34 años de “sulam” o parte física evidenciado por el estudio y la actitud y una sola noche en el lugar más santo, lugar del futuro Templo, donde al acostarse y poner la cabeza al mismo nivel del corazón (intelecto al mismo nivel del instinto y las emociones); una sola noche de componente espiritual evidenciado por el sueño, para encausar su máxima capacidad hacia el Servicio Divino:

Para el resto de nosotros, el judío común, la plegaria es la herramienta más apropiada que cada uno tiene para entablar un “puente de unión” con El Altísimo.

La plegaria es una herramienta que puede alterar el curso de nuestras vidas como personas, que nos permite acercarnos más a nuestro Creador, y por consiguiente, nos provee y nos llena nuestras necesidades y deseos.

Esta, la plegaria es un maravillo regalo de HaKadosh Baruj Hu, entregado especialmente al judío y a la nación judía como un todo. Con ella hemos sobrevivido privación y dolor en el curso de los milenios.
La oración o plegaria. en nuestra época moderna, ayuda al judío no solamente en épocas de dificultad y severa tensión; tiene el poder de sanar. En hebreo, la palabra para ‘plegaria’ es tefilá, derivada de la palabra palel que significa ‘unión’. Rezando, el judío se conecta con Adonai (según el grado de sentimiento del alma y su poder de comunicación).
Cuentan nuestros sabios, al estudiar la Torá que cuando la vieja nación Moabita planeó el ataque a los israelitas mientras marchaban por el desierto, pidieron consejo a la nación de Midián:

“¿Cuál es el secreto que se oculta detrás de esta nación y su líder?”, preguntaron.

Los Midianitas contestaron, “Su poder radica sólo en la boca, porque la plegaria del judío tiene un poderoso efecto, porque permite la “cercanía” entre cada uno de nosotros y El Eterno.

Cuando nos damos cuenta que nuestras acciones mundanas cotidianas no se hacen con un propósito espiritual, vemos que a duras penas nutren al alma. Por el otro lado, cuando ésta se acerca a su unión con su fuente, Nuestro Creador, cuerpo y alma experimentan un verdadero placer.

Podemos entonces asegurar que nuestra tefilá es equiparable con la escalera de Yaakov en la Torá.

Porque, de la misma manera como la escalera se extendía desde la tierra hasta los cielos, así también la plegaria nos lleva a cada de nosotros, más allá de nuestros asuntos terrenales y nos eleva un espacio de desempeños más celestiales, llegando a niveles donde el alma, al desear una unión absoluta con Adonai, podría incluso abandonar nuestro cuerpo.
Se cuenta la historia de un Rabino jasídico que cada mañana, antes de sus plegarias, se despedía cariñosamente de su amada esposa y familia, pues temía que su alma ascendiera a las esferas supremas.

Contenta de estar allí, ¡bien podría rehusarse a volver a la tierra! Es apenas obvio que los que somos judíos término medio (beinoní) no alcanzaremos niveles tan elevados de una forma tan inmediata. Debemos comenzar escalando hacia arriba desde abajo, abriéndonos camino hasta la cima.

Y como es apenas obvio, a través de la meditación acerca de lo que queremos lograr (kavaná) y, por intermedio del significado literal de la tefilá. Así es como nos estimula el Código Judío de Leyes: “Mejor menos súplicas con kavaná, que muchas sin kavaná”.
Al examinar nuestras plegarias diarias, nos encontramos que ellas constan de tres partes:
1) Alabanzas al Todopoderoso.
2) Pedidos por nuestras necesidades diarias.
3) Agradecimiento por la generosidad de Adonai.

Podemos volver al dilema de siempre: ¿Quién fue primero: el huevo o la gallina?

Porque sabemos que El Creador conoce todas y cada una de nuestras necesidades y siendo así, ¿Para qué necesito de la tefilá?

¿Qué beneficios voy a obtener de ello?

¿Acaso no voy a lograr la satisfacción, el dinero, la salud, la felicidad por mis propios recursos sabiendo que El Creador me las ha prometido?

En segundo lugar, ¿qué beneficio deriva El de nuestra plegaria humana?

¿Cómo pueden nuestras palabras dar a Di-s cualquier medida de satisfacción?
¿Qué enseñanzas podemos encontrar al respecto?

La narración de que cierto hombre justo concluía siempre sus plegarias con las siguientes palabras: “Eterno, Todopoderoso, Tú sabes qué es bueno para mí y mi modo de vida.

No he venido a informarte de mis necesidades o para llamar Tu atención a ellas; más bien, para que yo me dé cuenta de cuánto dependo de Ti…”
Esa es la verdadera respuesta: que El Altísimo por Si Mismo quiere que tomemos conciencia de nuestra dependencia hacia Él, para nuestro bienestar espiritual y material; pues El es la genuina fuente de todo lo que recibimos en la vida.

La tefilá, es quien nos recuerda que Adonai es Omnisapiente y Omnipresente, que El nuestro Padre y Rey, quien concede nuestros deseos.

Tal como un súbdito alaba al Rey antes de formular un pedido, así también el judío inicia la plegaria formal con la alabanza apropiada de Adonai.

Nuestros Sabios enfatizan que la alabanza debe adaptarse al pedido. Tenemos como ejemplo, la oración que hacemos antes de pedir la lluvia (que en la tradición judía simboliza el “sustento”) decimos: “Tú, Todopoderoso, eres Aquel que hace que el viento sople y la lluvia caiga”.

Ante s de hacer nuestro pedido, recordamos el fortalecimiento de nuestra fe implicando que Adonai es quien realmente puede conceder aquello que pedimos.

Entonces, el que tengamos un encuentro personal con el Monte Moria puede hacer que cada uno de nuestros esfuerzos espirituales y nuestras persecuciones materiales puedan morar armoniosamente entre sí e incluso alimentarse y nutrirse mutuamente, e imponer las mismas normas de integridad en ambos.

En resumen: la escalera de Yaakov actúa como un puente entre el cielo y la tierra; hoy en día existen muchas escaleras: mecánicas y manuales, pero para elevarnos espiritualmente, debemos elegir la escalera correcta, que nos permita subir peldaño por peldaño, lentamente pero a la vez de forma segura porque corremos el riesgo de que desaparezcan los escalones y caigamos…

Subamos, esforcémonos por incorporar en nosotros cada enseñanza de Torá, para que Quien nos observa no tenga dudas que sabemos a que vinimos a este mundo.

Veamos una parábola muy común utilizada en las Yeshivot …
Dos amigos se encuentran camino al Beit Hakneset, muy temprano en la mañana.
-¡Hola Shimon! ¿Cómo estás? ¿Todo va bien?
-¡Moishe, que gusto verte! ¡Buen día!
Y mientras siguen juntos su camino se entabla una extraña conversación:
-Dime, Shimon, ¿me permites hacerte una pregunta?
-Claro, ¡Por supuesto!
-¿Tú sabes para que vino cada persona a este mundo?
-¿Qué clase de pregunta es esa? Me extraña…
-Sí, sí. Te pido que me respondas. Para qué vino el hombre al mundo?
-Para estudiar Torá… para cumplir Mitzvot… para hacer favores…
-Y, ¿Qué ganamos con eso?
-¡Me extraña de ti Moishe! ¿Acaso te estás alejando del camino?
-No, para nada, pero quiero saber tu opinión.
-Cumpliendo la voluntad de Adonai, recibiremos pago por eso en el mundo verdadero.
-¡Es correcto! Bueno, nos vemos. Dice Moishe, dando así por concluida la conversación, y ambos amigos se separan pensativos dirigiéndose cada uno a sus respectivos lugares de Tefilá.
Al final del día, nuevamente se encuentran Moishe y Shimon, a la salida del Beit Hakneset, luego de la Tefilá de Arbit.
-Hola Shimon, ¿Recuerdas lo que hablamos esta mañana? pregunta Moishe, ¿recuerdas cual fue mi pregunta?
-¿Otra vez con eso? ¿Es que te has vuelto loco? ¿Hay algún problema te este generado estas dudas? ¿Tienes o quieres contarme algo?
-Este no es simplemente un problema… ¡es una realidad!
-¿Podrías ser más claro y explicarme de que me estás hablando?
-¿Recuerdas mi pregunta de esta mañana?

Resulta que después de nuestra conversación te seguí, y observé tus acto durante todo el día sin que te dieras cuenta: en primer lugar, entraste al Beit Hakneset a la mitad de un Minian, y te fuiste antes que termine la Tefilá, se ve que justo hoy tenías algo urgente que hacer… corriste al negocio.

Ya allí me pareció escuchar palabras desagradables saliendo de tu boca, pero seguramente entendí mal.

Luego te equivocaste al pesar la mercadería que le vendiste a ese señor canoso, tan agradable, y luego con el vuelto de aquella anciana…

Al mediodía, cuando saliste a almorzar, sin darte cuenta, justo miraste para otro lado cuando un pobre te estaba pidiendo algunas monedas…

Y cuando llegaste a tu casa, no tenías en tu cara una expresión muy feliz al ver a tu familia.

Y hace un rato, en el Shiur de Torá de la noche, te vi cabeceando, seguramente tenias una pregunta de Guemará y fuiste a preguntar al Shamaim cual era la respuesta…
No coincide esto con tus respuestas de esta mañana… Por eso te vuelvo a preguntar…

Y para aquellos que exploran un poco la guematría podemos afirmar que, la kavaná para lograr que la tefilá se una con la acción, se requiere la participación activa con la voz (kol en hebreo), caridad que puede efectuarse con dinero (mamón en hebreo), y con ayuno: cada una de estas palabras suman 136: la escalera (sulám) también suma 136; por lo tanto el “tzom” -ayuno-, como “kol” -voz- y “mamón” -dinero- son los elementos que nos permiten subir la escalera -sulam- que conduce al Cielo, por eso debemos esforzarnos en cumplir los tres, sin desestimar ninguno.
Pregunta: Supongamos que viene alguien y nos dice: te voy a premiar con 40 años más de vida, los 40 años que debieras dormir… solo tienes que tomar un comprimido, no hay necesidad de pinchazos; solamente una cápsula y no duermes más.
¿Seríamos capaces de tomarla?
Por un lado, podríamos decir: ¡seguro! Obtendremos 40 años más de vida. Pero por otro lado… ¿Qué haremos por la noche? ¿Qué haremos mientras todos duermen?

Debíamos de pensar que tenemos prohibido dormir, ya que si nuestra finalidad en la vida es alcanzar, por ejemplo, un doctorado, o acumular millones… mientras no lleguemos a nuestra meta, no deberíamos dormir.
Entonces, ¿por qué dormimos?
Porque a pesar de no haber llegado todavía a nuestra finalidad, debemos hacer un alto para recargar fuerzas y continuar al día siguiente.
Pero no nos equivoquemos pensando que el descanso es nuestro objetivo y no solo un medio para llegar a él. Este es un mundo de acción y se nos ordenó: «Todo lo que esté al alcance de tu mano para hacer, según tu habilidad, debes hacer».

Aunque viniera El Eterno, y te sugiriera descansar: ¡Creador del Mundo! ¡El sol todavía no se puso, aún tengo fuerzas y mientras la vela esté encendida, se puede mejorar!

Pero debemos tener claro cuál es nuestra meta en la vida.

¿Existe mayor pérdida que la que siente una persona al llegar a una edad avanzada y comprobar, en el final de sus días, que estuvo corriendo durante toda su vida, ¡detrás de cosas importantes!, pero su meta… acaso la alcanzó?
Nuestra finalidad es espiritual.

Prueba de ello es que en este mundo no nos quedamos, de la misma forma que si alguien se aloja en un hotel, no podremos pensar que esa es su casa.

Por lo general nos confundimos y trabajamos aquí como si esta fuera nuestra morada definitiva, y lo que hacemos es esforzarnos por satisfacer todas nuestras necesidades físicas y materiales, dejando a un lado nuestra meta espiritual. No hay nada más peligroso que eso.

 

MATERIAL ELABORADO POR GRUPO EDITORIAL 321JUDAISMO.COM, EN INTERNET COMO www.321judaismo.com
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3.- NO DEBE MODIFICARSE SU CONTENIDO PUESTO QUE LLEVA PALABRA QUE MERECE EL DEBIDO RESPETO POR SALIR DE LA FUENTE DEL TANAJ Y SUS LIBROS COMPLENTARIOS.
TERMINADO DE ELABORAR EL 11 DE NOVIEMBRE DE 2010 – 4 DE KISLEV DE 5771

 

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Max Stroh Kaufman

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