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Cápsulas parashá Vayeshév

02/12/2010 Por Publicaciones Leave a Comment

Resumen de la parashá Vayeshev

El hijo favorito de Yaakov era Yoséf.

Por este motivo, le hizo confeccionar una túnica de seda de muchos colores que llegaban a ser signo de distinción y señorío.

Este hecho despertó los celos de los hermanos de Yoséf, a tal punto que llegaron a odiarlo y a no poder siquiera hablarle en tono amable.
Yoséf tuvo dos sueños: ambos con el mismo mensaje.

El odio de sus hermanos se intensificó cuando conocieron el contenido de esos sueños.

En el primero, los manojos de espigas que representaban a sus hermanos, se inclinaban ante el su propia espiga, que estaba en medio de ellos.

Ya en el segundo sueño, el sol, la luna y once estrellas (representando el resto de la familia de Yoséf) se inclinaban ante él.

La deducción que se obtiene de ello es que todos los miembros de la familia de Yoséf se subordinarían a él. Yaakov le reprochó haber despertado la enemistad de sus hermanos, aunque él personalmente, y precisamente por su propia experiencia, confiaba en que los sueños de Yoséf se harían realidad.

Cuando los hermanos de Yoséf estaban vigilando los rebaños de su padre en Shjem, Yaakov lo envió a observar cómo iban las cosas. Al verlo acercarse, los hermanos decidieron que ésa era su oportunidad para matarlo, arrojar su cuerpo a un pozo y luego encubrir su acto diciendo que había sido devorado por una bestia salvaje.

Reubén sabía que eso era un crimen.

Quería salvar a Yoséf pero comprendió que los demás hermanos no entenderían sus palabras. No obstante, logró convencerlos de que no mataran a Yoséf sino que lo arrojaran vivo en un pozo cercano.

«Que no sean sus manos las que lo hieran directamente», arguyó Reubén.

El se proponía regresar secretamente, más tarde, después de que sus hermanos lo despojaron de su túnica de seda y lo arrojaron vivo al foso, como había sugerido Reubén.
En ese momento advirtieron que se acercaba una caravana de ismaelitas que transportaban especias a Mitzraim, y a Yehudá se le ocurrió la idea de vender a Yoséf como esclavo en lugar de causar directamente su muerte.

Los demás hermanos aceptaron este nuevo plan y vendieron al joven a los viajeros ismaelitas por veinte piezas de plata.

Reubén, que estaba lejos cuando esto ocurría, regresó al lugar y para su gran pesar no hallo rastro alguno de Yoséf. Los hermanos empaparon su prenda de seda en sangre de cabra (que es parecida a la del ser humano) y la llevaron a Yaakov, quien se convenció de que Yoséf había sido devorado por una bestia salvaje y lloró su pérdida por mucho tiempo.

Entretanto, Yoséf había sido vendido y vuelto a vender.

Los ismaelitas lo vendieron a comerciantes midianitas, y éstos a Potifar, un funcionario del faraón, en Egipto.

Por otro lado, Yehuda, se había casado con la hija Shua, un comerciante, y tuvieron tres hijos.

El primero se casó con una mujer llamada Tamar, pero murió poco después del casamiento.

El segundo hijo se casó entonces con ella, pero este segundo esposo también murió poco después.

Yehuda temía que su tercer hijo muriera también si desposaba a Tamar, de modo que le pidió a ésta que aguardara en la casa de su padre hasta que su hijo menor tuviera edad para casarse con ella.

Yehuda estaba sólo postergando el asunto, pues no tenía intención de hacer que el matrimonio tuviera lugar alguna vez. Enterada a través de una profecía de que los reyes de Israel descenderían de Yehuda, Tamar se disfrazó y lo engaño para poder concebir un hijo suyo.

Cuando su gravidez fue descubierta, Yehuda -sin saber que era su propio hijo el que Tamar llevaba en su vientre- la condenó a ser quemada.

Pero su nuera pudo probar que el padre del niño que iba a nacer era el propio Yehudá. Cuando ella estaba a punto de ser castigada, le envió a Yehuda unos bienes diciendo:

«Estoy encinta por el poseedor de estos objetos. Yehuda comprendió enseguida y reconoció que era su hijo.

Admitió que ella tenía razón, pues él no le había permitido que se casara con su hijo menor, y le perdonó la vida.
El Eterno protegía a Yoséf y éste tuvo éxito en todo lo que emprendió.

Al darse cuenta de esto, Potifar lo designó intendente de su casa.

La esposa de Potifar trató de seducir a Yoséf, pero él rechazaba sus diarios asedios.

Finalmente, ella se sintió ofendida y reaccionó maliciosamente, acusándolo de molestarla, y logró que Yoséf fuera enviado a prisión.
Incluso en la cárcel el Eterno estuvo con Yoséf, y éste encontró gracia en los ojos del guardián, quien lo puso a cargo de todos los prisioneros.

Todo lo que ocurría en la prisión era controlado por Yoséf.

Mientras permaneció allí se puso en contacto con dos funcionarios reales, el copero y el panadero. Ambos habían ofendido a Paró y estaban en prisión aguardando la sentencia.

Una noche, cada uno de ellos tuvo un sueño, que reveló a Yoséf, y la interpretación que hizo éste fue que el copero sería perdonado por el faraón, pero que el panadero sería ejecutado.

Todo ocurrió tal como Yoséf había predicho.

Pidió, entonces, al copero que intercediera ante el faraón en su favor, pero el funcionario olvidó el pedido tan pronto como fue liberado de la prisión.

Fin de la primera parte… continuará

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Filed Under: Parashot Tagged With: Cápsulas de Parasha, Interpretación de los sueños, Las Doce Tribus de Israel, Vayeshev, Yosef en Egipto

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