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Parasha Lej Leja 5771

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Parasha Lej Leja 5771

Cápsulas Parasha Lej Leja 5771

Dos grandes cosas hay para resaltar en esta parashá: son las órdenes que recibe Abraham por parte del Eterno y ellas son:

La primera de ellas dice: «Vete de tu tierra, de tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré».

Vayomer Adonai el Avrám léj lejá meartzéja umimoladéteja umibéit abíja el haáretz asher aréka.

La segunda dice “Haré de ti una nación grande, te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y tú serás una bendición y bendeciré a los que te bendijesen y al que te maldijere, yo lo maldeciré y serán bendecidas todas las familias de la tierra (Bereshit 12:2-3)                                                                                                 

Veéesja legí gadól vaabarejéja vaagadelá sheméja veheyé berajá. Vaabarejá mebarajéja umekaleléja aór venibrejú bejá kol mishpejót haadamá.

Para comprender,en parte, la magnitud de esta “sugerencia” desde el punto de vista de distancias geográficas, Avram recibe una instrucción para Jarán  y recorrer una distancia de 640 Kms  (400 millas) para llegar a la Tierra de Kanaán (Y que Jarán está ubicado a una distancia de 970 km  (600 millas desde Ur Casdim)

Ambas órdenes o frases nos indican un pacto que El Eterno establece con Abraham: una escogencia para que grandes cosas sean realizadas por Abraham: habíamos revisado en la parashá pasada que Abraham estuvo presente con Nóaj en la Torre de Babel, aunque no se encontraron pero, evidenciaron grandes cosas que Adonai hizo con Su Pueblo escogido, por lo que podemos evidenciar que no fue por hechos del pasado, sino por los hechos que iban a acontecer en el futuro que el Creador escoge a Abraham con esas dos órdenes o indicaciones específicas.

Al entrar a estudiar el porque de la primera, se puede comparar con una analogía que nos enseñan los sabios y es esta:

Se dice que esto esta conversación ocurrió durante el encuentro entre dos famosos rabinos:[1] el Rabino Eliahu, a quien llamaron «el Gaón» (que quiere decir, el erudito – sabio  –  el más docto y letrado) de Vilna, y el Rabino Yaakov Krantz, quien fuera conocido como el «Maguid» (predicador) de Dubnov.

El Maguid de Dubnov decidió en algún momento visita la ciudad de Vilna y se dirigió al gran Gaón.

El Gaón durante ese encuentro le pidió al Maguid que hiciera uso de su especialidad y a través de ella, que lo regañe, que certifique y elabore cosas que le hagan avergonzar; fue apenas obvio que el Maguid se espantara ante semejante petición, pero como hubo gran insistencia por parte del Gaón, el  Maguid se quedo pensativo durante un tiempo,  y le preguntó:   «¿Cuál es ese  gran logro de ser un Gaón, y por qué se ufana tanto de ello si toda su vida ha permanecido aislado en un pequeño salón de estudios en su ciudad natal? ¡Salga al mundo, mézclese con la gente, y entonces podremos ver qué clase de Gaón es!».

 

Otra manera de ver el mismo ejemplo sucedió cuando  muchos judíos observantes de la Torá emigraron de Europa, hacia los Estados Unidos de Norteamérica,  donde, luego de mucho esfuerzo lograron obtener grandes riquezas, probablemente mucho mayores que las que tuvieron en su lugar de origen: salieron y obtuvieron éxito; el resultado para algunos de ellos, fue ver que, como resultado de este cambio, perdieron sus principios religiosos y decayeron en su fe, tradiciones y costumbres, porque cuando las familias emigran o se mudan de una ciudad a otra, se alejan de sus apoyos espirituales a los cuales estaban acostumbrados, forcejean y batallan con su espiritualidad.

La mayor parte de sus esfuerzos está dirigida al restablecimiento y reorganización de sus vidas.

Reordenar las infraestructuras religiosas, a menudo, llega a lo último.

Los principios dados a Abraham permitieron un desafío a las normas a las cuales el  estaba acostumbrado: eso hizo que  Abraham llevara a ejecutara y cumpliera una misión: se encargó de difundir la existencia de un Ser único, Todopoderoso, como el Creador de todas las cosas en un mundo totalmente pagano y, solamente después de salir de su hogar, fue que Abraham se convirtió en el padre fundador del pueblo judío, porque la orden de  “Lej Lejá”, «vete para ti!», le indicó que había terminado sus exploraciones y había logrado sus metas, por lo cual debía, no solo viajar, sino que también tenía que volver hacia su interior y emprender un viaje hacia la esencia de su propio ser, para ser lo que fue, y como esta anotado anteriormente, ser el fundador del pueblo judío.

 

De acuerdo con el libro del Zohar (esplendor), las palabras Lej Lejá nos ordenan a descubrirnos a nosotros mismos, tal como somos, y enseñándonos, aunque ni exista una distancia física, alejarnos de nuestra casa paterna y el lugar de necimiento implica un proceso espiritual y emocional que nos obliga a distanciarnos de aqullas cosas que nos pueden estar influenciando directa o indirectamente en nuestra manera de actuar,para que aprendamos a conocernos quienes somos en realidad, para poder ser llamados “hebreos”; es decir, que “cruzamos al otro lado” donde nos identificamos como judios, rompemos lis ídolos que están a nuestro alrededor y, nos hacemos cada vez más fuertes en la misión que El Eterno nos ha otorgado y tiene para nosotros.

 

Nuestros sabios en sus múltiples escritos nos han dejado como enseñanza una conversación que sostuvo Abrahám con el Todopoderoso:

Abraham tiene setenta y ochos años de edad, cuando Adonai le promete que le dará la tierra a él y a su descendencia.

Abraham dijo: “Señor ¿Cómo sabré que heredaré la tierra de Canaán? ¿Qué sucederá si mis hijos pecan y los castigas como hiciste con la generación del diluvio y de la división de los pueblos?

El Eterno le contestó: “No temas”
¿Con qué mérito quedarán mis hijos en Eretz Israel? – Insistió el patriarca – gracias a los holocaustos – contestó el Eterno.

– Por favor, Rey de Reyes, ¡dame una señal!

En esa época la gente cerraba un trato cortando animales en trozos y caminando entre los pedazos. Esta era una forma de promesa y juramento que significaba: “si no cumplo con mi parte del trato, merezco ser cortado en trozos como estos animales”.

HaKadosh Baruj hú entonces le ordenó a Abraham: “Toma para mí tres novillas, tres cabras, tres carneros, un palomo y una paloma”.
Abraham así lo hizo, luego cortó los animales por la mitad, excepto las aves, ya que el Eterno así lo ordenó.
Abraham dispuso los trozos en dos filas y las ves en el medio; entonces, poderosas aves de rapiña se lanzaron sobre ellos para devorarlos y Abraham los espantó.

De esta manera se selló el pacto entre El Eterno y Abraham que aseguraba la entrega de la tierra de Israel a la descendencia de Abraham.

Los Rabinos profundizan en este episodio bíblico y preguntan: “si la intención del Todopoderoso era sellar un pacto con Abraham y su descendencia, habría sido suficiente un solo animal ¿Por qué El Eterno le ordenó que colocara cuatro clases de animales y tres de cada una y por qué ordenó no cortar las aves en trozos?”

Explican los sabios: “Tres novillos insinúan el Reinado de Babel (Babilonia) que tuvo tres reyes, Nebujadnetzar, Evil Merudaj y Bidshatzar.

Las tres cabras representan a Yaván (Grecia), que en su tiempo reinó sobre tres puntos en el mundo: oeste, norte y sur y los tres carneros se refieren al imperio de Medea y sus gobernantes, Coresh, Dariavesh y Ajaverosh. El palomo y la paloma recuerdan a los países de Edóm.

Todos estos reinados y personajes tuvieron un rol importante en la historia del pueblo judío y como nuestro pueblo se asemeja a una paloma. Adonai ordenó no partirla”.

Cuando intentamos aplicar en nosotros mismos el Lej Lejá, lo utilizamos para que podamos buscar una trayectoria hacia lo más profundo de nuestro ser; llega un momento en  el que nos encontramos en la oscuridad, sin recursos, es cuando decidimos  llamar al Creador y cuestionarlo: – ¿”Padre Celestial, dime quién soy?» «¡Ayúdame! ¡Dame una pista!; dime ¿porqué me hiciste?»

Entonces es cuando empezamos a buscar herramientas que están dadas por nuestro conocimiento, nuestros talentos y nuestra personalidad que nos permitirá  explorar el mundo: un mundo que está mucho más allá de nosotros mismos y que busca conducirnos y dirigirnos hacia quien nos creó a Su imagen y semejanza y a través de las enseñanzas, mandamientos, principios y juicios que encontramos en Su Torá.

 

Una última palabra: Aquella orden que escuchó Abraham para encaminarse a la tierra de Israel fue por intermedio de las palabras Lej Leja – ?? ??.

Cuando observamos con detenimiento ambas palabras, encontramos que la letra ? apunta hacia el cielo, mientras que la letra ? apunta hacia la tierra.

En las palabras Lej Leja se encierra entonces un maravilloso mensaje que podemos analizar como que el cielo y tierra pueden unirse en plenitud.

Sólo a través de ese viaje, un judío podría y debería percibir en la tierra el cielo y así lograría acercarse profundamente a Adonai, quien es Su creador.

 

 

 

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 REDACTADO  EL 13 DE OCTUBRE  DE 2010 – 5 de Jeshván de 5771

 

 

 

 

 


[1]            Escuchado en conversaciones durante estudios privados de Torá y Tanaj

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