PARASHA TZAV
La lectura de la Torá de esta semana, de la Parasha Tzav la que nos dice lo siguiente:
“… Y un fuego… estará ardiendo en [el Altar]… y el sacerdote quemará leña sobre él todas las mañanas” (Levítico / Vayickra 6:5).
El Talmud señala que, a pesar que había un fuego que descendía del cielo, no obstante se requería un “aporte humano” para mantener el fuego ardiendo.
Podemos formular una pregunta acerca de esto —y, en verdad, sobre todo el proceso del servicio Divino que tenía lugar en el Templo y tiene lugar en nuestras vidas diarias…
¿Para qué necesita El Eterno nuestro trabajo? ¿No puede Él hacerlo todo?
El Talmud relata una historia del Rabino Janiná ben Dosá, quien vio una enorme piedra, que deseó donar al Templo.
La piedra era demasiado grande como para que él pudiera moverla y no podía pagar trabajadores para que lo ayudaran.
Vio una visión en la que HaShem le dijo: “Empújala con tu dedo pequeño”.
Rabí Janiná ben Dosá empujó la piedra y vio ángeles que lo ayudaron a llevarla al Templo.
¿Qué nos está enseñando esta historia?
Frecuentemente nos encontramos enfrentando desafíos abrumadores.
Desafíos que pueden ir más allá de nuestra imaginación o de lo que pensamos somos capaces.
Vale la pena recordar que todo lo que El Eterno pide de nosotros es que empujemos con nuestro dedo pequeño.
Tenemos la habilidad de acceder al infinito, sólo tenemos que “abrir la puerta” y hacer lo mejor.
Cuando lo hacemos, encontramos que tenemos éxito más allá de nuestros sueños más locos y frenéticos.
Con la ayuda de lo Alto, podemos lograr más de lo que podríamos por nosotros mismos.
Sin embargo, nosotros debemos hacer el primer movimiento, aun si es un pequeño empujón, para acceder al infinito para hacer descender la bendición Divina en nuestras vidas diarias.
Redactado para 321judaismo.com por Dr Max Stroh