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Parasha Vaetjanan

22/07/2013 Por Max Stroh Kaufman Leave a Comment

Parasha Vaetjanan 2013 (Deuteronomio 3:23-7:11)

¿Por qué el pueblo judío es tan pequeño?

Artículo original en inglés del rabino Lord Sacks publicado el 30 de julio del 2012 (proveniente de archivos varios / enseñanzas varias)

Hacia el final de la parashá Vaetjanán, nos encontramos con una declaración, con implicaciones de largo alcance que desafía la impresión de que ha prevalecido hasta ahora en la Torá, dando una nueva complexión a la imagen bíblica del pueblo de Israel:

El SEÑOR no puso su afecto en ti y os escogió por ser vosotros más numerosos que otro pueblo, pues eres el más insignificante de todos los pueblos. (Devarim /Deuteronomio 7:7)

Esto no corresponde a lo que habíamos escuchado, en el momento, de las palabras de la Torá. En Bereshit, El Eterno promete a los patriarcas, que sus descendientes serán como las estrellas del cielo, la arena en la orilla del mar, el polvo de la tierra, incontables. Abraham es el padre, no sólo de una nación, sino de muchos. A principios del Éxodo leemos acerca de cómo la familia del pacto, que suman un mero setenta cuando se fueron a Egipto, eran «una nación fértil y prolífica, y su población aumentó. Llegaron a ser tan numerosos que la tierra se llenó de ellos» (Shemot / Exodo 1:7).

Tres veces en el libro de Deuteronomio, Moshé describe a los israelitas como «tan numerosos como las estrellas del cielo» (1:10, 10:22, 28:62). El rey Shlómo habla de sí mismo como una persona que hace parte de «el pueblo que ha sido elegido, un gran pueblo, tan numeroso, que es imposible contarlo» (1 Reyes 3:8). El profeta Hoshea dice que «los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar» (Hoshea 2:1).

En todos estos textos, el énfasis es el tamaño, la magnitud numérica, del pueblo a lo que se le hacía hincapié. Entonces, ¿qué vamos a hacer de las palabras de Moshé que nos hablan de su pequeñez? El Targum Yonatan interpreta esta frase no con relación a los números absolutos, sino a la propia imagen. Lo traduce no como «el menor de los pueblos», sino como «el más modesto y humilde de los pueblos.» Para ello, Rashi da una lectura similar, citando las palabras de Abraham «Yo soy polvo y ceniza», y las de Moshé y Aharón, que preguntaron: «¿Quiénes somos?»

Rashbam y Chizkuni dan una explicación más sencilla, aduciendo que Moshé está comparando a los israelitas con los siete países que se disputan en la tierra de Canaán / Israel. El Eterno da a los israelitas, la victoria, a pesar del hecho de que fueron superados en número por los habitantes locales.

Rabenu Bachya cita Maimónides, quien dice que hubiéramos esperado que El Todopoderoso, El Rey del universo, hubiera escogido a las naciones más numerosas del mundo como su pueblo, ya que, como est{a escrito, «La gloria del rey está en la multitud de pueblo» (Prov. 14:28).Sin embargo, El, no lo hizo. Por lo tanto Israel debe sentirse extraordinariamente bendecida ya que HaKadosh Baruj Hu, lo eligió, a pesar de su pequeñez, para ser su am segulá, su tesoro especial.

Rabenu Bachya se ve obligado a ofrecer una lectura más compleja para solucionar la contradicción de Moisés, en Deuteronomio, diciendo tanto que Israel “es el más pequeño de los pueblos” y a la vez «tantos como las estrellas del cielo.» Se convierte en un subjuntivo hipotético, que significa: El Eterno aún te habría elegido a ti, incluso si hubieras sido el más pequeño de los pueblos.

Sforno nos da una lectura simple y sencilla: HaShem no escogió a un pueblo en aras de ser honrado. Si lo hubiera hecho, sin duda, hubiera elegido un pueblo fuerte y numeroso. Su elección no tiene nada que ver con el honor, pero si mucho que ver con el amor. Amaba a los patriarcas por su disposición a escuchar su voz; es por ello que Él ama a sus hijos.

Sin embargo, hay algo en este verso que resuena a lo largo de gran parte de la historia judía. Históricamente, los Judios fueron y son un pequeño pueblo: hoy en día, menos de la quinta parte del uno por ciento de la población del mundo. Existen dos razones para esto. El primero es el alto precio tomado a través de los siglos por el exilio y la persecución directa de Judios asesinados en matanzas y pogromos, indirectamente por los que se convirtieron – en la España del siglo XV y del siglo XIX Europa – con el fin de evitar la persecución (trágicamente, aunque la conversión no hizo trabajo; el antisemitismo racial persistió en ambos casos). La población judía es una mera fracción de lo que podría haber sido, si no hubiera existido Adriano, ni las cruzadas, ni el antisemitismo.

La segunda razón es que los Judios no pretendían convertir a los demás. Si lo hubieran hecho habrían estado más cerca en número al cristianismo (2200 millones) o el Islam (1300 millones). De hecho Malbim hace la siguiente interpretación, con respecto a los israelitas que están a punto de entrar en una tierra con siete naciones, los hititas, los gergeseos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos: Moshé hace la advertencia en contra los matrimonios mixtos con ellos, no por motivos raciales, sino por motivos religiosos, como está escrito: «Porque desviará a tu hijos de seguirme para servir a otros dioses.» Malbim interpreta el versículo como Moisés dijo a los israelitas: No justificar los matrimonios mixtos con el argumento que se aumentará el número de Judios. Dios no está interesado en los números.

Hubo un momento en que los Judios pudieron haber tratado de convertir a los demás (por cierto, hubo un caso en que lo hicieron. Los Hasmoneos, con el sacerdote-rey Juan Hircano I convirtieron, a la fuerza a los edomitas, conocidos como los Idumeos y Herodes era uno de ellos) . El período en cuestión fue, durante el Imperio Romano, en el primer siglo. El número de la población judía era de aproximadamente, el 10 por ciento del imperio, y había muchos romanos que admiraban los aspectos de su fe y su forma de vida. Las deidades paganas del mundo helenístico estaban perdiendo su atractivo y verosimilitud, y en todo el los centros del Mediterráneo, las personas estaban adoptando prácticas judías. Dos aspectos del judaísmo estaban en su camino: los mandamientos y la circuncisión. Al final, los judios decidieron no poner en peligro su modo de vida en aras de hacer conversos. Los helenistas que simpatizaban con el judaísmo, adoptaron entonces el cristianismo paulino en su lugar. Constantemente a lo largo de la historia, los judios han escogido ser fieles a sí mismos y seguir siendo un pueblo pequeño en cantidad, en lugar de hacer concesiones en aras de incrementar su número.

¿Por qué la providencia divina, de la elección humana, o ambos, hacen tanto énfasis en la gran pequeñez del pueblo judío? ¡Podría ser, sencillamente, que a través del pueblo judío que El Eterno le está diciendo a la humanidad que no tiene que ser numerosos como para ser grandes! Las naciones no son juzgadas por su tamaño, sino por su contribución a la herencia humana. De esto la prueba más convincente es que una nación tan pequeña como la judía puede producir un flujo siempre renovado de los profetas, sacerdotes, poetas, filósofos, sabios, comentaristas de halajá, codificadores, comentaristas en general, rabinos y jefes intelectuales de las yeshivot, y también producir algunos de los más grandes escritores del mundo, artistas, músicos, cineastas, académicos, intelectuales, médicos, abogados, empresarios y los innovadores tecnológicos. Fuera de toda proporción hay un gran número de Judios que podrían y se encuentran trabajando como abogados que luchan contra la injusticia, economistas que lo hacen contra la pobreza, medicos haciendo lo suyo contra las enfermedades, y maestros luchando en contra de la ignorancia.

No es necesario de cifras para agrandar los horizontes espirituales y morales de la humanidad. Se necesita de otras cosas en conjunto: un sentido del valor y la dignidad del individuo; del poder y las posibilidades humanas para lograr transformar el mundo; de la importancia de dar a todos, la mejor educación que se puede tener; de hacer que cada uno de nosotros nos sintamos parte de una responsabilidad colectiva en la búsqueda del mejoramiento de la condición humana, y, la voluntad de tener altos ideales para ponerlos en práctica en el mundo real, completamente lleno de decepciones y derrotas.

En ninguna parte es esto más evidente hoy en día, que en el pueblo de Israel ,en el Estado de Israel: calumniado en los medios y ridiculizado por buena parte del mundo, y aún así, año tras año, la producción de milagros humanos en la medicina, la agricultura, la tecnología, las artes, es como si la palabra «imposible» no existiera en el idioma hebreo. Cuando, por lo tanto, nos sentimos temerosos y deprimidos por la situación de Israel, vale la pena volver a las palabras de Moshé: «El Señor no puso su afecto en ti y te escogió por ser ustedes más numerosos que otro pueblos, pues son el más pequeño de todos los pueblos «.

¿Pequeño? Sí. Aún rodeado, como los israelitas de ese entonces, por » naciones más grandes y más fuertes que tú.» Pero es que este pequeño pueblo, ha desafiado las leyes de la historia; ha sobrevivido a todos los grandes imperios del mundo, y todavía tiene un mensaje de esperanza para la humanidad. No es necesario que ser numeroso para ser grande. Si estamos abierto a un poder más grande que nosotros mismos, entonces nos convertiremos en algo más grande de lo que somos. Israel todavía hoy lleva ese mensaje al mundo.

 

 

Traducido al español para 321judaismo.com el 20 de julio de 2013

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