Eres Rico
El judío ha sido asociado siempre como una persona acaudalada, desde Adam, pasando por Abraham e Itzjak, hasta la actualidad con ejemplos como Ralph Lauren, los Rotschild, Levy-Straus, los hermanos Warner, la familia Ochs, que es la propietaria del New York Times, para nombrar solo unos pocos, además de complementar con que el 38 por ciento de los ganadores de los Premios Nobel, han sido judíos.
Para afirmar lo anterior, hay enseñanzas basadas en la Torá, que nos dicen que la riqueza es en gran medida deseable para servir mejor a Adonai, porque tenerlo, como se anota previamente, sirve para crear, para ser útil (tzedaká – mal interpretado como caridad).
Un ejemplo de ello está en las enseñanzas se obtiene del Talmud cuando el Rabino Yehuda HaNasí decía en honor a quienes eran acaudalados: “La riqueza atestigua que la Supervisión Divina dio todos los medios que el afortunado necesita para efectuar grandezas en el mundo de Hashem”.
Tal vez la más importante de las enseñanzas, es la de mantener siempre la confianza en El Eterno: para ejemplos, Abraham y Salomón, lo cual ha permitido al judío a “ser rico”.
Si lo miramos desde el punto de vista práctico, podemos imaginarnos esta situación:
El Mundo es una gran empresa dirigida por un Único Dueño; somos Gerentes de Área y Nuestro Jefe nos asigna un presupuesto anual específico, con el cual logramos hacer cosas que otros lograrían con 3 o 4 veces dicho presupuesto, y además beneficiamos al mercado, alcanzando el objetivo de la empresa.
¿Qué haría el Dueño de la compañía con nosotros?
La primera respuesta es: me recompensará, y me ascenderá, pero, lo más importante es que Él renueva su confianza en nosotros, haciendo que nos dé más presupuesto para lograr más y mejores cosas y no sólo en el orden material, inclusive para la parte espiritual misma.
Históricamente, el judío ha tenido “la obligación” de producir dinero, ya que, después de la destrucción del segundo Templo, las diferentes sociedades les ha prohibido la adquisición de tierras y cuando las han tenido, han sido expulsados, y en algún momento de la historia, fueron los creadores de los bancos, como los conocemos actualmente, ya que la Torá permitió el préstamo de dinero, con intereses, a quienes no fueran judíos.
Otro punto que apoya lo anterior nos lo revela la historia: Hasta el siglo 10 de la Era Común, los judíos comerciaban desde España hasta la China, antes de que Marco Polo se aventurara hacia el Este.
Desde el siglo 10, los judíos eran banqueros de los califas de Bagdad, y desde allí influían en el comercio internacional. Posteriormente tuvieron roles similares en las cortes de España y otros reinos europeos.
En el siglo 11 predominaron en la importación y exportación de los califatos fatimíes, y transformaron la región de Túnez en el centro comercial del Mediterráneo por excelencia.
Ahora viene la contraparte: el mal enseñado y mal difundido libro del Nuevo Testamento, con palabras tales como «Nadie puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y al dinero,” desvirtúa por completo el concepto de la absoluta confianza en Adonai a través de frases como «Nuestro pan de cada día dánosle hoy» olvidando que el mismo texto, no les exige que renuncien a sus bienes sino que hace una exhortación para que el dinero y las riquezas sean usadas en favor de los más pobres y necesitados, puesto que en el juicio final serán juzgados según el uso que hayan hecho de ellos en favor de los necesitados y más pobres, son ideas que han calado tanto en la humanidad que hasta el mismo judío ha optado por pensar que tener abundancia de dinero, es considerado casi como una maldición.
Es por ello que muchos de nosotros pasamos nuestras vidas persiguiendo lo que otras personas tienen.
Queremos ser ricos como las celebridades que vemos en las revistas, tener la extravagante casa en el lago que nuestro hermano tiene, vivir la vida de ocio que nuestro tío rico lleva. El problema está en el viejo refrán que está grabado en lo más profundo de nuestro ser: «eres rico en espíritu».
Pero:
«¿Qué es una persona rica? La palabra ashir, «rica», en arameo es un acrónimo para las palabras «ojos, dientes, manos, pies». ¡Eso es una persona rica! Alguien que tiene ojos para ver, dientes para comer y hablar, manos para crear, y pies para caminar.
Esto, claro está, no se refiere únicamente a lo físico, sino a nuestra habilidad para ser capaces de conectarnos con, compartir, crear y hacer».
Y es precisamente esto, la capacidad de crear, hacer y compartir es lo que ha permitido la riqueza: el saber que es un don que El Eterno nos ha entregado y es señal de Su Favor, por lo tanto, retornemos a Él, creamos en Él y actuemos como Él quiere que seamos para que podamos ser “ricos”, donde quiera que nos encontremos…
Bereshit 24:35; Y el Eterno ha bendecido mucho a mi señor, el cual se ha engrandecido. Y le ha dado rebaños y ganado, plata y oro, y siervos y siervas, y camellos y asnos.
Bereshit 26,12; Y sembró Itzjak en aquella tierra y halló (cosechó) aquel año ciento por uno, y el Eterno lo bendijo.
Deuteronomio 8:7-19. Porque el Eterno, te trae a una tierra buena, tierra de arroyos de aguas, de fuentes y de hondos manantiales que salen por sus colinas y por sus montes; tierra de trigo, y de cebada, y de vid, y de higuera, y de panado; tierra de olivas que dan aceite, y de miel (de dátiles); tierra en donde no con escasez comerás pan, y no te faltará en ella cosa alguna; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyas montañas podrás extraer el cobre. Y comerás y te hartarás y loarás al Eterno, tu Dios, por la buena tierra que El te ha dado.
Por lo tanto, hoy, si crees en Adonai, aprovecha tu riqueza, paséate como el archimillonario que eres. Mírate en el espejo y di: ¡SÍ, SOY RICO! Disfruta tu fortuna y sé generoso con ella. Verás los resultados.