Vanidad
Vanidad en el Judaismo.
En el libro Deberes del Corazón, el Rabino Bachaye escribió una anécdota relacionada con la vanidad, en la que cita a un hombre sabio que le dijo a sus discípulos:
«Si ustedes no encuentran defectos dentro de ustedes mismos, me temo que tienen el mayor defecto de todos: la vanidad».
En otras palabras, ustedes caerían entre la categoría de las personas que lo ven todo desde la perspectiva de «Yo soy grande / el mejor», y, por supuesto, son personas que creen que no hacen nada mal;
Al respecto, encontramos en el libro de Kohelet / Proverbios, que No hay ninguna persona en la tierra que sea tan justo, que todo lo que hace, lo hace bien y no peca.
Nuestros sabios a través de lo consignado en el Talmud y en el Tanaj, nos enseñan que la vanidad es un signo de ignorancia de la Torá, como está escrito en el tratado de Kiddushin 49b…
El Talmud y las obras éticas son muy enfáticos en condenar la vanidad como el peor de todos los rasgos de carácter.
Mientras que la presencia divina es infinita, y El Eterno no abandona incluso al peor de los pecadores, no puede enfrentarse con la persona vanidosa, como está escrito en Tehilim / Salmos 101:5 que dice: Al que solapadamente difama a su prójimo, yo lo destruiré; no sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso.
El mismo libro de Kohelet inicia diciendo: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad. (Hevel Havalim)» donde analiza el carácter pasajero de la vida y lo breve y efímero de la existencia de cada individuo y aconseja a las personas a temer al Todopoderoso y cumplir sus leyes – pues ese es el contenido de la vida…
Sin embargo, la vida moderna nos incita a lo contrario: a pensar que somos los mejores y que los demás son los que se equivocan.
En el Pirké Avot encontramos que “La envidia, la lujuria y la vanidad sacan al hombre del mundo”
¿A quién no le gusta que lo alaben, que le digan que lo que hace es maravilloso o está bien hecho? A todos…Pero cuando esto se transforma en una necesidad, debemos preocuparnos, porque podemos estar cayendo en problemas; uno de ellos es estimular la vanidad.
No podemos o no debemos depender de la valoración que terceros hagan de nosotros, porque, si yo sé que valgo, que tengo habilidades y actitudes que me hacen ser sobresaliente en algo, nada me agrega que me aplaudan y me alaben, y si en verdad el aplauso es inmerecido, se transforma en un daño.
Quien tiene una saludable autoestima no necesita la alabanza y la aprobación de los demás.
El rey Shlómo, con los pensamientos escritos en el libro de Kohelet, nos exhorta a trascender nuestro impulso natural por preocuparnos únicamente de nuestro bienestar, y – en cambio – mirar más allá y ver el beneficio de las acciones que no tienen un rédito inmediato, puesto que, como no conocemos nuestro futuro personal, ni sabemos qué sucederá mañana, debemos evitar la vanidad.
Evidentemente, con tan solo una leve reflexión, Kohelet nos despierta hacia las realidades de la vida.
No conocemos el mañana, pero estamos certeros de una cosa: El Todopoderoso estará con nosotros.
07 de diciembre de 2013 – 05 de Tevet de 5774