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Leyenda Jasídica del Rabino Abraham Zaltzman

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Leyenda Jasídica del Rabino Abraham Zaltzman

Leyenda Jasídica del Rabino Abraham Zaltzman

Tomado de las páginas de Jabad Lubavitch escrita por Yerachmiel Tilles para la reflexión y el aprendizaje de como el amor al prójimo, puede cambiar el destino de una persona.

(Ligeramente resumida).

Se dejó sólo el nombre del protagonista,

Una vez en una reunión informal de los jasidim, el rabino Abraham Zaltzman contó una historia relacionada con sus días en la Yeshivá en el pueblo de Lubavitch.

Cuando sólo tenía doce años, era un muchachito bastante salvaje e ingobernable.

Le era muy difícil sentarse y estudiar Torá. 

Así que él y otros dos muchachos de la Yeshivá con naturalezas similares, recibieron varias tareas especiales para mantenerlos ocupados de manera positiva!. 

Uno de estos trabajos consistía en ordeñar unas cabras en una granja cercana y suministrar la leche a los alumnos.

Pero, después de un tiempo de haber iniciado esas labores, lograron que una de las cabras bebiera vodka y ellos llevaron al animal a la entrada del salón de estudio principal, donde todos los alumnos se hallaban sumergidos diligentemente en los estudios del Talmud, y la empujaron dentro. 

La cabra, saltó en las mesas, golpeó a varios rabinos y dejó a su paso libros y papeles esparcidos en todas direcciones. 

Pasaron horas antes de que los estudios pudiesen restaurarse y, claro, no era ningún secreto a quién culpar.

Los tres muchachos fueron llamados a la oficina del supervisor de la Yeshivá, quien les ordenó que empacaran sus cosas y dejaran la Casa de Estudios. 

Sin otra opción, hicieron como se les dijo y varias horas después estaban esperando en la estación del tren en la ciudad cercana, con sus maletas en la mano para volver a sus casas.

Pero de repente, Abraham se volvió a sus amigos y dijo:

¿Qué estamos haciendo? 

¡No podemos irnos! Tenemos que retornar y suplicar por misericordia” 

Pero los otros sólo agitaron sus cabezas en señal de ‘no’. 

¡No funcionará!. 

¿Has visto la mirada del supervisor? 

No quiere vernos de nuevo. Estamos acabados 

Uno contestó. El otro muchacho estaba de acuerdo.

Abraham no se rindió y antes de que el tren llegara tuvo éxito en convencer a uno de ellos a regresar con él y probar otra vez. 

Dijeron adiós a su amigo y caminaron de regreso a Lubavitch sin tener real idea de cuál sería su próximo paso.

Abraham estaba determinado a no viajar sin dar una batalla. 

No podrían regresar al Supervisor; él estaba demasiado enfadado. 

Y el Rebe, el padre del supervisor, tampoco era el indicado para acercarse; 

Su única oportunidad, decidieron, era la abuela del supervisor, la madre del Rebe, 

Ella tenía un corazón maravilloso y era una madre para todos los muchachos de la Yeshivá; ella cocinaba, cosía y lavaba para ellos así como estaba junto a los jóvenes en tiempos de enfermedad y necesidad. 

Quizá ella podría ayudar.

Fueron a su casa, golpearon en la puerta y cuando ella contestó, Abraham vertió su corazón. 

Cuando acabó, su respuesta fue al grano. 

“No puedo ir contra la decisión de mi nieto; él es el supervisor de la Yeshivá”. 

El único que podría poder hacer eso es mi hijo, el Rebe.

Yo no puedo hablar con él sobre esto. Simplemente no puedo meterme. 

Pero, lo que puedo hacer es esto: todas las mañanas a las diez, mi hijo el Rebe, se sienta en este cuarto y bebe una taza de té.

 ¡Vengan mañana por la mañana y yo los haré pasar… pero ustedes tendrán que hablarle!

Los dos muchachos encontraron un lugar para dormir esa noche y a la mañana Abraham se reportó a la Rabanit, mientras que su amigo estaba demasiado asustado y esperó fuera. 

Ella lo dejó entrar al cuarto dónde el Rebe estaba sentado, le susurró ‘buena suerte’ y miró cómo él se acercaba a la puerta valientemente. 

La puerta estaba abierta y cuando el Rebe lo vio de pie allí, lo miró fijamente por un momento y le preguntó qué deseaba. 

“Quiero estudiar en Lubavitch”. Casi estaba llorando.

¿Lubavitch? 

Sonrió el Rebe y le hizo señas para que se acercara. 

“¡Pero hay tantas otras Yeshivot buenas! Slavodka, Novardok” y nombró todas las otras academias de Torá, aproximadamente veinte, en el área.

“¡Pero yo quiero estudiar aquí, en Lubavitch!” 

El muchacho empezó a gimotear. 

Cuando el Rebe vio esto, empezó a sonreír y cuando Abraham vio la sonrisa, empezó a sollozar. 

Esto, a su vez, causó que el Rebe se riera más aún, lo que hizo que Abraham llorara más fuerte. 

De repente, el Rebe se puso serio y dijo: 

“Pensaremos acerca del tema… regresa más tarde hoy.” 

Abraham comenzó a retirarse de la habitación, pero de repente se detuvo, avanzó dos pasos y quedó de pie, mirando tímidamente al suelo. “

¿Nu? ¿Qué quieres ahora?” El Rebe preguntó. 

“Tengo un amigo”. 

Abraham contestó. “él está esperando fuera.” 

“¿Un amigo? Bien, también pensaremos sobre él”.

 “Regresa dentro de unas horas.”

Cuando volvió. El Rebe los llevó con su hijo; a la oficina de Rabino, dijo unas palabras y salió. 

“Su hijo nos impuso una multa fuertísima; teníamos que aprender decenas de páginas del Talmud y jasidut de memoria. 

¡Pero nos aceptó otra vez! ¡Y ésa es la historia! Cómo mi corazón quebrado me permitió entrar a la Yeshivá.”

Otro rabino que también estaba presente en esta reunión, le pregunto:, 

¿Por qué piensa usted que el Rebe hizo eso? 

¿Qué le hizo aceptarlo nuevamente en la Yeshivá

Abraham le contestó: 

¡Porque quería estudiar en Lubavitch, tanto, que lloré realmente! 

Así es como una persona debe querer jasidut; ¡hasta sentir que su corazón se está rompiendo!” 

“¡No!” Dijo el rabino. 

“Estás equivocado. tu corazón roto no es lo que te ayudó a entrar en Lubavitch”. 

“¡La razón por la que el Rebe te aceptó fue porque te preocupaste por tu amigo! 

¡Tu pensaste en otro judío! 

¡Debido a tu Ahavat Israel (amor fraternal hacia otro yehudí) pudiste seguir estudiando en Lubavitch!”

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