El Valor de la Vida
Un extracto de «Shmooze: A Guide to Thought-Provoking Discussions on Essential Jewish Issues» (Shmooze: Una guía para el desarrollo de discusiones en temas esenciales del pensamiento judío).
Enseñanza escrita por Rav Nejemia Coopersmith
Traducido al español por Dr Max Stroh Kaufman
Pregunta:
¿Estarías dispuesto a asesinar a una persona inocente si esto garantizara la cura para el cáncer?
¿Y si esa persona inocente tuviera noventa y nueve años?
La vida es preciosa. Cualquier decisión debe reflejar su infinito valor.
Seamos prácticos.
Al asesinar a una persona, salvas millones de vidas del cáncer.
Al perdonarlo a él, sólo salvas a una persona – una persona de noventa y nueve años es alguien que ya ha vivido los mejores años de su vida.
En este caso tomar una vida salva millones.
Si valoramos la vida, de seguro esta es la decisión acertada.
Sin embargo, la mayoría de nosotros sabe instintivamente que esto no puede ser verdad. Está mal asesinar a una persona inocente de avanzada edad, incluso si va a garantizar la cura para el cáncer.
¿Puedes explicar el porqué?
Desafortunadamente, este dilema no es solamente teórico.
En el libro Holocaust and Halachah (Holocausto y Halajá), un preso de un campo de concentración le hizo a un rabino la siguiente pregunta:
«Los Nazis han encarcelado a 100 niños, a los que planean asesinar mañana por la mañana. Mi hijo está entre ellos.
Puedo sobornar al guardia para que libere a mi hijo, el problema está en que si lo hago, los Nazis agarrarán al hijo de alguien más para reemplazar al mío.
Rabino, ¿puedo sobornar a los guardias para que lo liberen?»
El rabino se rehusó a responder.
De su silencio, el padre derivó la respuesta del rabino – él tenía prohibido liberar a su hijo a expensas de la vida de otra persona.
El Talmud, discutiendo un caso similar, diciendo
«¿Cómo sabes que tu sangre es más roja? ¿Quizás su sangre es más roja?»
Rashi, comentando el Talmud, aclara:
«¿Quién sabe si tu sangre es más preciada o más querida para tu Creador que la sangre de alguien más?».
¿Cómo puede uno pesar el valor de una vida contra el valor de otra?
¿Cómo puede uno saber que persona es más preciada?
Cada individuo es un mundo completo.
Eso tiene sentido cuando evaluamos una vida contra otra.
Pero
¿Cómo se explica salvar una vida a expensas de millones?
¿No podemos decir con confianza que a los ojos de HaShem, millones de vidas son más preciadas que una?
En el corazón de este problema está el cómo medimos el valor de la vida.
Se cuenta una historia acerca de un rabino y un ladrón que entran al Cielo.
El ladrón es señalado por sus tremendos logros y recibe un tratamiento de reyes.
El rabino es visto como un Sr. Promedio.
¿Cómo puede un ladrón ser considerado más grande que un rabino quien dedicó su vida entera a la comunidad, haciendo muchos actos de bondad y viviendo una vida honesta y decente?
Cada persona nace con una personalidad determinada y un conjunto de circunstancias únicos, como así también con una cantidad delimitada de potencial.
Donde comenzamos, está fuera de nuestro control.
Sin embargo, somos responsables de donde terminamos y de las decisiones que tomamos durante el camino.
Quizás el rabino haya sido bendecido con todas las ventajas – nacer de padres amorosos quienes le proveyeron la mejor educación y una sana crianza.
Quizás él poseía una inteligencia formidable, era compasivo y tenía una personalidad bondadosa.
Tal vez su padre fue rabino de una comunidad y él por naturaleza eligió la misma vocación. Su verdadero valor no es medido por como él comenzó su vida.
Él no trabajó para alcanzar sus fortalezas innatas (ni sus debilidades), y por ende éstas no son intrínsecas a su verdadera esencia.
Ellas proveen el telón de fondo para su desafío único de luchar por alcanzar la grandeza personal.
Su verdadero valor es el resultado de las elecciones que hizo en su esfuerzo por crecer. Determinar el valor de su vida requiere tomar en cuenta cada factor y cada detalle de su existencia.
En la superficie, el rabino parece ser más grandioso que el ladrón, quizás incluso más grandioso que mucha gente.
Pero cuando consideramos toda la imagen, desde su punto de partida en la vida, hasta el potencial de grandeza que podía haber alcanzado, emerge un panorama diferente.
Este rabino se deslizó por la vida, eligiendo lo que raya con la mediocridad.
Si hubiera contado con mayor perseverancia, él podría haber logrado mucho más.
Digamos que el ladrón nació con tremendas desventajas – un temperamento violento, padres abusivos, sin dinero y con poca inteligencia.
Nada de esto determina su verdadero valor.
Su esencia consiste de las elecciones que tomó dentro de su campo de juego personal.
El ladrón decidió construir una mejor vida para sí mismo.
Él luchó por conquistar a sus demonios internos y consiguió un trabajo para juntar dinero para ir a la universidad.
Cuando las cosas se pusieron difíciles, él recurrió a robar para sobrellevar las cosas.
Pero él, consistentemente luchó por ser un miembro honesto de la sociedad, para formar una familia sana, y para hacer una contribución significativa al mundo.
Cuando comparamos los grados de crecimiento personal del ladrón y del rabino, queda claro que de los dos, el ladrón es el individuo más grandioso.
Por supuesto que este ejemplo es una simplificación demasiado burda.
Las complejidades implicadas en hacer tal juicio son asombrosas – y es exactamente por esto que ningún ser humano está en posición de juzgar el valor de otro.
Nadie sabe los desafíos de otra persona, o su potencial, o que espera El Eterno de él.
Nunca podemos medir el valor real de alguien.
Ese es un asunto de HaShem, y de nadie más.
Nunca es una buena idea jugar a ser HaKadosh Baruj Hu.
Esto, por ningún motivo, no justifica las acciones del ladrón.
Robar es malo y debe tener sus consecuencias.
Podemos juzgar las acciones del ladrón, pero no su valor.
Estos dos juicios están separados, el primero pertenece al hombre y el segundo pertenece solamente al Creador.
No podemos saber cómo El Eterno ve el valor del ladrón.
Por lo tanto, cuando son millones de vidas versus un hombre de noventa años, quizás esa vida es más preciada y valorada.
¿Cómo podemos saber?
Cómo podemos darle valor a la vida?
El problema no tiene nada que ver con los números.
El hecho es que nosotros no podemos, por ningún motivo, elaborar o hacer un juicio, sin importar cuantas vidas estén involucradas.