Entre ayunos y dietas, la dieta de la Emuná
Solemos encontrarnos, todos los días, con diferentes tipos de dietas: unas que están de moda, otras que ya pasaron por sus “cinco minutos de fama”, pero todos los días estamos buscando alguna que se acomode a nosotros y lo que encontramos es que algunas de ellas hacen más mal que bien, o también suele resultar que su funcionamiento es, por poco tiempo…
La mayoría de nosotros nunca nos concentramos en lo que realmente significa una comida sana: solemos decir frases como las que, yo nunca desayuno, no me gusta el sabor del café; tampoco fumo ni bebo alcohol; apenas si hago comida frita… y, gracias a ello, solemos creer que somos una persona bastante sana.
Y cuando empezamos a hacer un “inventario” de las cosas que utilizamos, solemos decir que uso solamente aceite de oliva súper-sano para todas las comidas; que dejamos de usar la harina blanca y estamos utilizando solamente harina de trigo integral. Podemos asegurar y jurar que hace una eternidad que no compramos una botella de bebida Cola en ninguno de sus nombres ni presentaciones; que en nuestra alimentación ya no incluimos el “monosodium glutamate” y que no usamos margarina.
También podríamos asegurar que ya no comemos hamburguesas todos los días y que usamos la sal, con moderación, y con ello hemos garantizado una alimentación sana, pero llega un momento de nuestras vidas en la cual, una enfermedad en nosotros (Has ve Shalom1) o una persona muy allegada,(infarto, diabetes, falla renal, enfermedad cerebro vascular) nos hace caer en cuenta que lo que estábamos haciendo era únicamente la mitad de la ecuación: dicha mitad la llamaremos los Preceptos alimenticios Negativos – «lo taasé”.
En ese momento nos damos cuenta que lo que estábamos haciendo, era tratar de evitar un montón de los problemas crónicos de salud que afectan a los que verdaderamente comen basura, como por ejemplo, la obesidad, los problemas de piel, las jaquecas y todas las otras consecuencias del consumo de ciertas sustancias y productos químicos… pero aún no somos exactamente lo que se dice “una persona sana”.
Es entonces ese momento que HaShem nos envía un llamada de atención para que dejemos de ser tan complacientes con una dieta que realmente no nos va a brindar ningún beneficio y empecemos a preocuparnos porque la buena comida, y la buena nutrición, si es, en verdad un tema importante, como cualquiera de los otros preceptos y mandamientos.
Vemos entonces que es el momento de empezar a observar la otra mitad de la ecuación, o sea, los “preceptos alimenticios positivos”.
Todos sabemos cuáles son esos preceptos: beber más agua; comer un montón de frutas y verduras, incluyendo brotes de todo tipo de semillas; comer a horas fijas del día, etc.
Una vez que empecé a cumplir con las dos partes de la ecuación de la “comida sana”, Es muy probable que vamos a sentirnos mucho mejor, después de empezar a guiar nuestra alimentación con los principios positivos.
Al principio, es muy probable que quienes nos rodean vayan a generar muchos comentarios y preguntas acerca de lo que estamos haciendo y, vamos a notar también, “resistencia” de los escépticos que no pensaban que comer semillas, espinaca y repollo fermentado y evitar el azúcar y la cafeína y el chocolate lo más posible eran cosas tan importantes…
Va a llegar un momento en el cual, después de iniciar los preceptos positivos de la alimentación en los cuales nos vamos a dar cuenta de que todas estas cosas sí hacen una gran diferencia, después de todo…
Ese momento, en que llegamos a experimentar lo que realmente se puede denominar como la comida sana (o llamémosla “salud física”), ella es en cierta forma un calco de la experiencia con la religión que tienen tantas personas (o “salud espiritual”).
Como dijimos al principio, hay tantas dietas dando vueltas por ahí; dietas que no funcionan o que hacen más mal que bien o que funcionan pero solamente por poco tiempo.
Entonces ¿qué pasa? La gente se queda muy desilusionada con toda esta charlatanería y decide que es mejor seguir tirando y seguir haciendo lo mismo que hacían antes que engancharse con la “Dieta de Atkins”, o la “Dieta de South Beach” o la “Dieta del Pomelo”…
Desde el punto de vista espiritual, hay tantas “religiones de moda” dando vueltas… Todas, excepto una, han demostrado ser ineficientes o causan más mal que bien o funcionan en forma superficial y limitada.
Entonces la gente con cerebro se da por vencida, porque piensa: “Yo no asalto a abuelas por la calle para robarles el collar de oro ni le soy infiel a mi esposa; tampoco robo… Es suficiente con eso”.
Ésos son los “preceptos negativos espirituales”, pero como vimos que ocurre con la comida y la salud física, eso es sólo la mitad de la ecuación y simplemente no basta para mantener la salud espiritual en buen estado a largo plazo.
El Judaísmo es de origen Divino; los 613 preceptos fueron diseñados por El Todopoderoso, para que gozáramos de la mejor salud espiritual posible, es decir, para que estuviéramos contentos, despreocupados, sonrientes, agradecidos, optimistas y calmos.
Cada Precepto opera sobre una parte diferente del alma, pero si uno quiere mantener su alma en las mejores condiciones, el alimento espiritual más importante es el que podemos obtener a través de una relación directa con El Creador, en la cual dedicamos un espacio exclusivo para ello: un espacio de solo comunicación y agradecimiento por todo lo que tenemos que se lo vamos a dedicar al Todopoderoso.
Ese tipo de oración dedicada, que requiere de tiempo, concentración y esfuerzo personal, algunos lo han denominado como Hitbodedút: esta situación especial, que nos la enseñan nuestros sabios en todas las formas, podemos compararla con un equivalente espiritual que nos puede producir, por ejemplo una mezcla de repollo fermentado con jugo de zanahorias, alfalfa y del pan integral y remolachas: todo en una sola “píldora”.
La persona que habla con El Eterno en forma fija desarrolla, a través de dicha herramienta de comunicación personal con el Eterno, una gran Emuná, la cual es la más poderosa garantía de salud espiritual (y física…).
En el mundo vamos a encontrarnos con muchos escépticos dando vueltas por todos lados… entre ellos, algunos que nos van a decir que la Hitbodedút2 y sus enseñanzas, no logran todo lo que se dice que logran.
Te dicen que la mayoría de la gente se las arregla lo más bien sin las herramientas espirituales que hemos mencionado previamente (así como la gente que come golosinas y papas fritas se las arreglan lo más bien… hasta el infarto, Has veShalóm, o el primer diagnóstico de Diabetes…).
Pero ¿saben qué? Los escépticos en realidad no saben de lo que están hablando.
Ellos nunca hicieron el intento y si lo hicieron, duró una semana o dos y entonces se dieron por vencidos.
Con el tema de la comida sana nos podemos dar cuenta de qué es lo que se oculta tras todo el escepticismo: es demasiado costoso el cambiar.
Cambiar los hábitos que uno ha adquirido con el correr de los tiempos, es muy difícil, incluso cuando uno sabe que esos hábitos literalmente lo están matando.
De hecho, resulta prácticamente imposible cambiar, porque la verdad es que no estamos en control de nosotros mismos. La que tiene control sobre nosotros es la Mala Inclinación (el Yétzer HaRá). Y eso da miedo…
La mayoría de las personas saben que es muy difícil lograr controlarse a sí mismas.
Quieren controlarse, pero es, tal vez, demasiado complicado, y requiere de demasiado esfuerzo…
Tienen tantos deseos de ser flacos, pero no logran aguantar la dieta por muy corto tiempo, quizás no más que un par de semanas.
Lo mismo ocurre en el ámbito espiritual -eso es, a menos que le pidas a Adonai que te ayude.
Ésa es la única forma de adherirnos al programa. Todos los días, cuando terminemos la hora de Hitbodedút, debemos pedirla a Él que nos ayude a volver a hacer Hitbodedút al día siguiente.
¡Y Él nos va a ayudar! ¡Es seguir que sí!
Esto va a suceder cuando separemos un lapso de nuestro tiempo en nuestra agenda tan atareada para estar a solas con nuestro Creador, que nos permita abrirle nuestro corazón y lleguemos a pedirle orientación y perdón y que logremos poder compartir nuestros problemas con Él, uniéndonos con el Todopoderoso, para lograr que Él forme parte de nuestra vida diaria.
Lo espiritual siempre refleja lo material. Aquello que se nos interpone en el camino cuando queremos comer comida sana es lo mismo que se nos interpone en el camino cuando queremos acercarnos a Adonai.
La sociedad de hoy en día es tan poco sana y está formando tantos “enfermos” que casi perdemos la esperanza. Pero uno de los rabinos de los últimos doscientos años, nos ha logrado enseñar que no debe existir la desesperación en el mundo.
Que existe una cura para todo lo que nos duele, tanto en el alma como en el cuerpo y esa cura si existe y hay que aprender a usarla, tener paciencia y los resultados saltarán a la vista. Su principal nombre, EMUNÁ.
El cuerpo no se vuelve sano de la noche a la mañana. El alma tampoco.
Lleva tiempo, esfuerzo, perseverancia y por sobre todo, claridad mental para saber adónde estás yendo con tus decisiones.
También encontramos el término HITBODEDUT, como la conversación privada con el Creador que la compone cada uno en un momento específico, es mucho más seguro y efectivo. (Likuté Moharán 2-97)
Si optamos por comer hamburguesas o fumar un paquete de cigarrillos por día, tarde o temprano vamos a pagar un precio, tal vez muy alto. Lo mismo ocurre con el alma.
Podemos ignorar las necesidades del alma durante años enteros, pero tarde o temprano, pagamos el precio: con tristeza, con depresión, con enojos incontrolables, con constante preocupación y ansiedad, con reacciones viscerales que asustan a los que más amamos.
No es fácil cambiar.
Pregúntenle a cualquier adicto a la televisión que fue por primera vez a hacer jogging; pregúntenle a cualquier adicto a los McDonald’s que de repente tuvo que empezar a comer ensalada.
¡Pero el cambio SÍ es posible!
Imaginémonos en esta situación: estamos contentos. Imaginémonos en completa calma, rodeados por las personas que nos aman y a las que amamos.
Procuremos mantener esa imagen en nuestras mentes y pongámonos el traje de gimnasia espiritual.
Llegó la hora de darnos un adecuado entrenamiento, con la dieta de la Emuná, ya que sin ella, carecemos de fuerzas para luchar, para convivir, para conseguir lo que deseamos.
Artículo terminado de elaborar el 23 de julio de 2011 – 21 de Tamuz de 5771
1 Expresión utilizada en el ámbito religioso para tratar de significar que “No nos ocurra a nosotros” o que “Adonai no lo quiera”
2 Hitbodedút o Agradecimiento al Eterno, es un placer exquisito, al punto en que el Rabino Najmán nos dice que es el componente más importante del deleite concedido en el Mundo que Viene. Él nos enseña que cuanto más reconoces y eres consciente de Adonai, más cercana es tu relación con Él.”
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