Milagros en el Judaísmo
Título: El milagro
Fuente: Otros Autor: Pynchas Brener Fecha: 19/07/1991
Hablemos de milagros en el judaísmo, pero primero comencemos con una pregunta ¿Qué es un milagro? Un milagro es tal vez un acontecimiento que requiere la suspensión temporal de las leyes establecidas por la naturaleza.
Por ejemplo, consideraríamos que ha ocurrido un milagro, si un mono empezara a hablar como un ser humano. (En la Torá nos encontramos con el burro del profeta Bileam que súbitamente habla. Según Rambam – quien se destaca por ser un racionalista – este episodio ocurre únicamente en la imaginación del profeta).
El Talmud enseña que Adonai creó diez cosas en el último momento del sexto día de la creación. Una de las creaciones fue la boca del burro de Bileam que tendría la capacidad de hablar, tal como si fuera un humano.
Es posible deducir de esta enseñanza que los jajamim detestaban los milagros, porque los consideraron como una aberración de la naturaleza.
Lo extraordinario para ellos es que los burros rebuznan y que los caballos relinchan. Sería un mundo de desorden y caos si un par de caballos engendrasen un burro. Lo maravilloso del universo es el orden y la armonía que reinan en él.
Porque la posibilidad de predecir los sucesos es el resultado de una naturaleza que obedece rigurosamente las leyes que fueron establecidas desde un principio.
Es probablemente imposible demostrar la existencia o la inexistencia de los milagros, porque los sucesos pueden ser explicados de diversas maneras.
En la actualidad, por ejemplo, hablamos de la probabilidad de los hechos. ¿Saldrá mañana el sol por el oriente y se pondrá por el occidente? La posibilidad de este hecho es igual a uno, lo que en términos estadísticos equivale a la certeza. Sin embargo, es posible argumentar que este acto no es absolutamente inevitable.
Porque nuestro cálculo de probabilidades se basa en el hecho de que el sol se ha comportado de una manera determinada desde la época en que el hombre adquiere conciencia histórica o social.
Sin embargo se podría plantear, por ejemplo, la hipótesis de que la ruta pre-determinada del astro incluye ciertos cambios en su órbita cada siete millones de años.
Por lo tanto es concebible que la órbita solar obedezca a un programa que establece un comportamiento alterno cada período de unos mil millones de años. (El filósofo David Hume argumentó hace más de un siglo que causa y efecto no son más que conclusiones psicológicas humanas. Después de haber observado un cierto número de pares de eventos A y B, el hombre concluye que el evento B debe ser precedido por el evento A. Pero según Hume esta afirmación carece de fundamento científico).
Tal vez deberíamos re-definir el milagro como un acontecimiento que ocurre debido a una intervención Divina. Dado que no “entendemos” el comportamiento de la naturaleza porque desconocemos totalmente el por qué de las cosas, nos resta únicamente dar testimonio de lo que podemos observar prácticamente.
Por lo tanto, un milagro también puede ubicarse dentro del marco de lo “normalmente” observable. Un hecho recibe la nominación de milagro porque fue necesaria la intervención de Adonai para que ello ocurriese.
Para el hombre de fe, el planteamiento anterior produce ciertas dificultades, porque dado que Adonai es perfecto, podía haber creado un universo igualmente perfecto desde su inicio. ¿Por qué motivo se requiere periódicamente la intervención Divina? ¿Acaso se debe Su intervención a cierta falla básica en el diseño Divino?
La interrogante no se centra en la posibilidad de los milagros, sino en la problemática de su necesidad.
En efecto, existe una escuela de pensamiento teológico— el Deísmo— que sostiene que Adonai no interviene en la historia humana porque Su obra original es perfecta. Se estima que la creación es una expresión de la sabiduría y del poder infinitos de Adonai.
Por lo tanto, la naturaleza, como una creación de Adonai, también refleja la perfección. Esta teología conduce a cierto determinismo que no permite la libre elección. En esta concepción, Adonai está limitado en Su libertad. Dado que cada una de Sus acciones es perfecta, no existe posibilidad alguna de cambio, ni siquiera para El. Adonai está confinado en un retén de Su propio trazado.
En cambio, una teología que establece la responsabilidad individual por las acciones, tiene que plantear la existencia del libre albedrío, porque de otra manera, ¿qué sentido tiene el comportamiento ético en la ausencia de bejirá jofshit, la libertad de elección? Nuestra experiencia pragmática nos orienta a sostener que el hombre tiene una libertad de acción limitada, pero que si tiene cierta dosis de libertad.
Más aún, la ciencia moderna afirma que en el mundo atómico se observa cierta libertad que no se ve en el macrocosmos. Pareciera que los electrones eligen sus órbitas dando un “salto libre” desobedeciendo las aparentemente rígidas leyes físicas.
El Deísta respondería tal vez que la “libertad” humana es el producto de su imperfección. En cambio Adonai no escoge, porque la perfección es Su alternativa exclusiva.
¿Cuál es la actitud del judaísmo con referencia a los milagros? Leemos en Bereshit que en el principio vehaáretz haitá tohú vavóhu, la tierra estaba envuelta en el caos.
De acuerdo a esta descripción, el mundo también contiene cierto grado de desorden lo que da paso a la posibilidad de la elección y la libertad. El ejercicio de esta libertad es de competencia del ser humano. La imprevisibilidad de sus acciones, trae como consecuencia la intervención Divina periódica para encaminar las cosas nuevamente cuando es necesario. Y estos son los milagros.
¿Cuándo un acto es un milagro, y cuándo no lo es? ¿Es el establecimiento del Estado de Israel el resultado de un milagro? Ni los que pertenecen al Mapam (partido político Israelí de tendencia izquierdista) ni los integrantes de Neturei Karta (grupo religioso fundamentalista), están dispuestos a concederlo. ¿Se puede afirmar que hubo una intervención Divina en la Guerra de Independencia de Medinat Israel? ¿Es el holocausto nazi un anti-milagro?
Tal vez lo sea, porque Adonai se abstuvo de participar en aquel momento histórico cuando todos los creyentes clamaban por Su presencia. Está claro que no hay respuestas inmediatas o fáciles para este tema que irrumpe en los cuestionamientos básicos sobre la esencia de la divinidad y las características fundamentales del ser humano.
Cabe destacar que el judaísmo no depende de los eventos milagrosos. Al cuestionar la historicidad de ciertos episodios bíblicos que indican la intervención de Yadjá hanetuyá, “el brazo extendido de Adonai”, no nos situamos fuera de Kenéset Israel, “la comunidad de Israel”.
Por ejemplo, dudar del hecho de que la división de las aguas del Yam Suf (Mar Rojo) para permitir el paso de nuestros antepasados en su huída de Egipto, no significa romper de manera irreversible con la tradición. Porque el mensaje esencial de Yetziát Mitzráim es la libertad y no el acontecimiento milagroso que fue necesario para poder escapar de la esclavitud. Es posible argumentar que en la ausencia del hecho excepcional, el yugo hubiera tenido una duración.
Pero el éxodo era inevitable porque el pueblo judío se había enamorado de la alternativa de la libertad. Existen credos cuyos fundamentos se basan en la suspensión del proceso natural. Al cuestionar la autenticidad de estos hechos se quita la base que sustenta esa fe.
En cambio, en el judaísmo quien niega que Guideón fuera incapaz de frenar la marcha del sol y la luna en sus órbitas determinadas, no incurre en un pecado mortal.
Concluimos señalando que el judaísmo admira el orden y la armonía existentes en la naturaleza como una manifestación de la presencia Divina en el universo.
Según el Midrash, el primer patriarca Abraham afirma la existencia de un solo Adonai por la concordancia y simetría que observa en las esferas celestiales. Para nuestros jajamim, el desorden y la discordia, la excepción y la anormalidad son las que sugieren la ausencia de Adonai.
Pero desde otra perspectiva, nunca negaron la posibilidad de la intervención Divina en la historia y entronizaron Yetziát Mitzráim como una demostración de la existencia de un Adonai que responde y actúa frente a la injusticia humana. Nuestros sabios no basaron el judaísmo en el hecho milagroso, pero tampoco estuvieron dispuestos a “limitar” a Adonai y ubicarlo en un recinto enteramente aparte e impenetrable desde donde se le prohíbe (a Él), contacto alguno con nuestro universo material.
27 de octubre de 2014 – 03 de Jeshvan 5775
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